Se sabe: las cosas en familia nunca salen como uno espera. Las fotografías familiares son un claro ejemplo. Siempre hay alguno, o algunos, que las echan a perder. En tal fecha no llegaron todos o en la foto sale un novio que ya nadie recuerda, en otra la pareja tal ya se divorció, en otra los niños salen poniendo cuernos o haciendo caras. Difícil la foto familiar sin duda y es que es la muestra de lo complejas que son las relaciones en ese entorno. Además, a las dificultades de la familia nuclear se suman los agregados que no son siempre bien recibidos, o los tíos pasados de tragos ventilando intimidades propias y ajenas. Pero hay alguien, siempre hay alguien, que tiene que sumar a todos para que salga bien por lo menos la comida de Navidad o el cumpleaños de los abuelos. Aunque sea un evento al año que salga sin pleito. No siempre se logra.Algo similar sucede con las familias de la política. Todos crecen juntos muy contentos y a la hora de tomar decisiones empiezan los problemas: que fulano tomó tal camino, que tiene estas amistades, que el otro se asoció por allá, comienzan los reparos, los extrañamientos. La hecatombe viene con la herencia (en política generalmente se hereda en vida): por qué el jefe nombró a fulanita si no tiene logros, por qué su consentida es zutana si ni hace nada. Es la rebatinga: puras muestras de envidias y celos irresolubles. Y como la herencia para bien o para mal ya se repartió hay de dos: o el papá se desentiende de los hijos o estos del papá y el asunto se dirime entre hermanos. Los pleitos de las herencias políticas son muy parecidos a los pleitos de familia.Todo esto viene al caso por los constantes rumores del pleito en la familia del poder, en la familia política de la presidenta Claudia Sheinbaum. Ya son varios meses que se habla de una relación más que rasposa con los líderes legislativos de su partido en la que ellos ejercen su poder al margen de los deseos de la presidenta. A eso hay que sumarle la actitud insolente del señor López Beltrán que no hace más que recalcar esa distancia con el partido. A Sheinbaum sus “familiares” le batearon a su candidata a la Comisión Nacional de Derechos Humanos; le nombraron a Pedro Haces de vicecoordinador de los diputados en lugar de operadores claudistas, le frenaron y cambiaron la ley contra el nepotismo de la forma más burda y grotesca que se haya visto en la vida pública en muchos años y, ya como cereza del pastel, le echaron a perder con majaderías en su evento público de festejo arancelario. No es poco.La circunstancia de la presidenta confirma la afirmación del alemán Konrad Adenauer sobre las relaciones entre los militantes de partido: “En política, hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”.Si a veces no se sabe qué hacer con los familiares cercanos, los de sangre, con los de la política el asunto se complica más. Es evidente que tanto Ricardo Monreal como Adán Augusto López, Manuel Velazco y Andy son capaces de cualquier grosería, eso no se pone en duda, pero se creía que tenían algo de respeto por la figura de su presidenta. No es el caso.No es cosa menor como lo dijo la presidenta. Cualquier expresidente la puede entender. Saben que la relación con los colegas, hermanos de partido mientras se ejerce la presidencia es difícil, por decir lo menos. Todos se quejaban amargamente de sus partidos – y eso que no tenían las abrumadoras mayorías morenistas-. Preferían tratar con la oposición a negociar con las necedades de los propios. Sin embargo, parece que Sheinbaum no saludará jamás a sus opositores por dos razones: una, porque los desprecia, y otra porque su verdadera oposición la puede ver en esa foto familiar en la que, casualmente, ella no sale. Cosas de familia.@juanizavala

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