Se barruntaba, se esperaba; los pronósticos, dados los antecedentes, acertaron como un pleno al quince. La corrida de Juan Pedro Domecq, con un currículo desdichado en esta plaza, no engañó a nadie. O a casi nadie. De entrada, ninguno de los siete toros que saltaron, incluido el que volvió a los corrales, debió salir al ruedo. Un conjunto sin presencia, se les mirara por donde se les mirara, ni aún con ojos generosos. Y si el envoltorio era impresentable, lo de dentro fue un engaño. Detectar un atisbo de algo parecido a un toro bravo en cuanto a comportamiento es pura coincidencia. Incluso ni eso. No hubo por dónde coger un lote que, una vez más, supone un castigo injusto para una afición tan generosa como la valenciana.Dentro de todo ese desaguisado, la faena de Luque al segundo fue una especie de oasis en el más desolador desierto. Lo mejor de ese turno fue el toreo a la verónica con el que el sevillano saludó al torillo: lentas verónicas, de exquisita interpretación, ovacionadas con justicia. El inicio de la faena fue luminoso: combinación de ayudados por alto, trincherillas, uno del desprecio y el de pecho como remate final. El toro, el único algo potable en cuanto a comportamiento, se lo tragó todo sin rechistar. A partir de ahí, un expresivo Luque, pero también un tanto acelerado en algunos pasajes. Digamos que le faltó algo de sosiego en ciertos momentos. Sin ser labor redonda, tuvo eco en el tendido. Las consabidas luquesinas, recurso para la galería, cerraron capítulo. Hubo un pinchazo previo a la estocada final algo pasada.Todo lo demás, el resto de la corrida, fue un continuo despropósito. Al quinto quiso Luque torearlo de capa de rodillas y la cosa no salió como esperaba. Con el toro protestón, de pitonazo final en el remate de cada muletazo, y frenazo en seco, Luque se puso insistente a cambio de nada. La gente acabó protestando ante tal desatino.Las dos actuaciones de Castella apenas cuentan. Tuvo el gesto de ir a recibir a porta-gayola y de rodillas a su primero: el farol salió limpio. Lo que vino en la muleta fue plano hasta el tedio. Defensivo el toro, con un punto de violencia, y un desarme desairado. Animoso Castella en el cuarto, pero sin gobernar la embestida renegada del torete, que tuvo el gesto de recular y escarbar antes de meter la cara a trompicones. La cosa acabó en medio de algunas palmas de tango, en sonora señal de protesta.Emilio de Justo voceó mucho en su faena al tercero, que tuvo su punto defensivo para acabar incomodando. Puso el torero voluntad; el toro, ni eso. El sobrero, también de Juan Pedro Domecq, fue recibido con protestas y gritos coreados de ¡toro, toro! Y algún recado directo también para la empresa. Era toro, por fuera y por dentro, para no brindar, pero De Justo quiso ponerse el público a favor y brindó a El Soro. Faena populachera, con la impresión de que la gente la jaleaba más con guasa que de verdad.De la lamentable corrida de Juan Pedro Domecq no se salva ni el apuntador. Falta de todo: de presencia y de comportamiento. Ayunos de casta, no se vieron en varas porque no había nada que ver. Una gran mentira de corrida. Y van…Juan Pedro Domecq / Castella, Luque, De JustoSeis toros de Juan Pedro Domecq, el 6º como sobrero, sin trapío y ayunos de casta. No se vieron en varas y de lamentable juego.
Sebastián Castella: dos pinchazos y feo bajonazo _ aviso _ (silencio); pinchazo _aviso _ y descabello (silencio).
Daniel Luque: pinchazo y estocada pasada (oreja); media muy trasera y seis descabellos (silencio).
Emilio de Justo: estocada desprendida (silencio); dos pinchazos y estocada _aviso _ (silencio).
Plaza de Valencia, 17 de marzo. Séptima de la Feria de Fallas. Media entrada.

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