No fue un “no hay billetes”, pero, al final, tampoco un fracaso como se apuntaba. Las expectativas daban algo de miedo: Beyoncé se estrenaba con su nueva gira, Cowboy Carter —igual que su disco de hace 13 meses—, que la llevará por nueve ciudades en 32 conciertos, y lo hacía con un estadio a medio gas. El SoFi, en Los Ángeles, California, es uno de los espacios de eventos más grandes de la ciudad (y de Estados Unidos; puede albergar entre 70.000 y 100.000 espectadores) y a pocas horas de arrancar quedaban muchas entradas por vender. Los planos del lugar lo demostraban: había cientos, miles de localidades, de venta y de reventa. Los irrisorios precios (desde apenas 30 dólares) consiguieron convencer al personal, que finalmente sí llenó buena parte del recinto al sur de la ciudad. Y Beyoncé les correspondió como sabe: con un espectáculo a la altura del mito.Tras hora y cuarto de retraso —lo que ayudó a que el estadio se llenara poco a poco; conocida es la tardanza en los eventos de los angelinos— y sin teloneros, solo con una pantalla con la bandera de su país por fondo, empezaron a sonar los caballos al trote. Con el público vestido con sus mejores galas de cowboy, Beyoncé Carter (Knowles, de soltera) hacía su gran aparición. Una docena de bailarines vestidos de rojo y tocados con sombreros del mismo color salieron para interpretar la primera canción, también primera del álbum, Ameriican Requiem. Tras ellos llegó la gran diva, vestida de Mugler (diseñadores como Moschino, Cavalli o Burberry fueron desfilando por su brillante ropa), de blanco impoluto y con altas botas y flecos. Cómo no, saludó al respetable, brevemente: “Quiero darle las gracias a mis fans por confiar en mí y por este álbum. Gracias por apoyarme, por ayudarme tanto, os quiero”.Tras su gran entrada, llegó la reivindicación. Beyoncé cantó el segundo tema de su disco, Blackbiird, una versión de los Beatles que acompañó de multitud de fotografías de mediados del siglo XX de mujeres negras, y con la imagen de sí misma, velada, junto a un cuervo negro. Fue uno de los momentos más simbólicos de la noche, donde la artista texana rindió homenaje a sus raíces. Para ella, ese es su país y el de sus compatriotas: no en vano apareció en la pantalla su imagen, desnuda, solo con una banda cruzada que decía: “La reclamación de América”. En los muchos vídeos (de fondo durante las canciones o que ayudaban a pasar de una fase a otra del concierto) mostró a muchas personas, extraordinarias o corrientes, trabajadoras, cantantes, actores, bailarinas, mujeres en la iglesia, hombres almorzando, gente normal que ha construido su país. No necesitó de soflamas políticas ni de frases hechas, solo de música e imágenes que apoyaran su discurso. Lo dejó claro en su tercera canción: cantó el himno de Estados Unidos. Y luego, Freedom, libertad.Beyoncé, en la primera noche de su gira ‘Cowboy Carter’, en el estadio SoFi de Inglewood (Los Ángeles, California, EE UU), el 28 de abril de 2025.Julian Dakdouk/Mason Poole/Parkwood EntertainmentEl mensaje es poderoso; la puesta en escena, absolutamente estética; la voz de la artista, cristalina; sus músicos y cuerpo de baile, entre los que aparece constantemente su hija Blue Ivy, impecables. Pero las pausas para lograr esa estética perfecta, con largos vídeos, rompen el ritmo del concierto. Beyoncé despliega su show durante dos horas y 45 minutos, pero hace hasta siete paradas largas para cambiarse de ropa —el escenario va incorporando elementos que van y vienen, un descapotable, un caballo dorado, un toro mecánico, un par de robots, pero no varía en esencia—, lo que hace que el concierto se alargue y pierda fuelle. Hay vídeos de ella en un pantano, o convertida en una mujer gigante, o de sus inicios, que pueden funcionar para ver el concierto en televisión, pero no en directo. Además, que nadie espere al público gritando aquello de “Who Run The World? Girls!” o un gran éxito de las nunca olvidadas Destiny’s Child. En este espectáculo, la artista de 43 años se limita a sus trabajos recientes: buena parte de Cowboy Carter, también de Renaissance (publicado en 2022 y cuya gira acabó hace apenas año y medio) y algo de Homecoming (de 2019). Solo Diva y alrededor de un minuto de Crazy In Love, que desató al público, sonaron en el estadio.Un momento de la coreografía de Beyoncé durante la primera noche de su gira ‘Cowboy Carter’, en el estadio SoFi de Inglewood (Los Ángeles, California, EE UU), el 28 de abril de 2025.Julian Dakdouk/Mason Poole/Parkwood EntertainmentComo la propia Beyoncé dijo al final, con la emoción del agradecimiento, este proyecto ha tardado en construirse: “Me siento abrumada, es nuestra primera noche y hemos trabajado mucho para vosotros”. El trabajo para crear una gira así, que la llevará de California a Nevada, pasando por Houston o Chicago (y por París y Londres, únicas citas fuera de Estados Unidos), es hercúleo. Cada etapa está diseñada con una estética concreta y distintas puestas en escena: desde la segunda, ante un atril lleno de micrófonos y vestida con un traje que parece hecho de papel de periódico, hasta la de su renovada Jolene, donde vuela sobre el escenario sobre una herradura; más tarde repite la hazaña sobre un coche rojo de terciopelo. Hay bailes de claqué, cocodrilos, vestidos con led que cambian de color, una violinista tocando un solo en la punta de un escenario o bailarines haciendo voguing. Lo de Beyoncé no es solo un recital, sino un show de fuegos artificiales (de hecho, los hay, y también llamaradas de fuego) que obligan a mantener la atención en distintos puntos y personas de ese gran escenario en forma de estrella que, eso sí, se entiende al completo si se ve de frente y desde arriba; de lo contrario, se pierden algunos detalles.La familia está implicada en la vida profesional de la cantante. Y si en sus inicios era su marido, Jay Z, quien más presencia tenía, ahora ese lugar lo tiene su hija mayor, Blue Ivy, aun adolescente y que se ha convertido en una más de su equipo. Apareció desde casi el principio entre las bailarinas, siempre la más cercana a su madre y la más iluminada del escenario (también la más tapada, ella no llevaba los tops cortos y los microshorts de las demás). Cada vez que se dejaba ver, o que avanzaba en la pasarela, el público la aplaudía. Queda mucho para ver cómo se desarrolla la carrera y la vida de la pequeña, pero con poco más de 13 años, que cumplió en enero, ya ocupa un lugar prominente en el universo de los Carter.Beyoncé, junto a sus hijas Blue Ivy (arriba) y Rumi (junto a ella) y sus bailarinas en el primer concierto de su gira ‘Cowboy Carter’, en el estadio SoFi de Inglewood (Los Ángeles, California, EE UU), el 28 de abril de 2025.Julian Dakdouk/Mason Poole/Parkwood EntertainmentBlue Ivy no está sola. Durante una coreografía similar a una montaña humana, mientras interpretaba su tema Protector, Beyoncé mostró al público a otro miembro de su familia: su hija Rumi, gemela de su hijo Sir (él no salió al escenario). Las tres mujeres de la familia aparecieron juntas y abrazadas, para ir poniéndose en pie y avanzar poco a poco. La pequeña, que cumplirá siete años en junio, fue de la mano de su madre y saludando al público, que la coreaba con fervor, enormemente emocionada, tanto que acabó abrazada a la artista, obligada a parar su canción. Después, hubo más vídeos de la niña de pequeña, con su hermano, en vacaciones familiares, creciendo. Otra estrella entre los Carter.Entre otros temas de su nuevo álbum, Beyoncé cantó Ya Ya, Spaghettii, Riiverdance, II Hands II Heaven, Sweet Honey Buckiiin, Flamenco, Levii’s Jeans o Daughter; aunque interpretó algunas que en el disco canta con Dolly Parton o Miley Cyrus, no tuvo invitados en el escenario. Las mezcló con otras de Renaissance como I’m That Girl, Cozy o Alien Superstar (los tres primeros temas del álbum, que canta seguidos), Heated o Cuff It, así como con Before I Let Go, de Homecoming. Todo ello mientras fumaba el cigarrillo del pianista, que al volver a dejar en el piano hacía arder el instrumento; o se encendía un puro, en un vídeo, con la antorcha de la Estatua de la Libertad. Para el final dejó Texas Hold ‘Em y 16 Carriages, los temas más populares del álbum, y se despidió con la última pista de Cowboy Carter, Amen, envuelta en un vestido con la bandera de Estados Unidos y entre los aplausos de un estadio bastante lleno, pero en el que aún quedan cinco citas y muchas entradas por vender. “Gracias, Los Ángeles, Dios os bendiga, os prometo que no olvidaré esta noche”. Y se fue, con el sonido de sus caballos relinchando.

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