Las sentencias de la justicia italiana a veces pueden ser una condena, al margen de su resultado, por el tiempo que tardan en llegar. En el caso del escritor Roberto Saviano (Nápoles, 45 años) han sido 17 años, una espera que lo ha destrozado anímicamente. El autor de Gomorra (2006), el libro superventas que sacó a la luz la cara más oculta de la Camorra, esperaba con ansia este lunes la resolución del juicio de segunda instancia del caso que ha marcado su vida: la insólita amenaza de muerte contra él y la periodista Rosaria Capacchione que el poderoso capo del clan de los Casalesi, Francesco Bidognetti, lanzó a través de su abogado, Michele Santonastaso, en un proceso en 2008. Más informaciónDesde entonces, y tenía 29 años, su vida se convirtió en un infierno, esa misma noche la policía lo sacó de su casa y ha vivido escondido con escolta permanente. Sin embargo, hasta ahora la Justicia no había concluido con claridad que aquel anuncio fue lo que fue, una amenaza directa con el agravante del método mafioso. “Me han robado la vida, y yo me la he dejado robar”, ha dicho Saviano con amargura a los periodistas, después de recuperarse de un ataque de llanto irrefrenable tras escuchar la sentencia. En los últimos tiempos ha dado señales de haber llegado a su límite. Tras cuatro aplazamientos por diversas razones, por fin la sentencia ha confirmado la condena de primer grado de 2021, de un año y medio de cárcel para Bidognetti, y un año y dos meses para su letrado. Más allá de la pena, la decisión tiene sobre todo un enorme peso simbólico, ante las críticas y maledicencias que han rodeado a Saviano estos años, insinuando que se hacía la víctima o buscaba protagonismo. El escritor, que estaba en la sala esperando muy nervioso la sentencia, cubriéndose la cara con las manos, se ha derrumbado al escuchar el veredicto, en torno a las cuatro y media de la tarde. Han sido momentos de una gran emoción, en el silencio de la sala solo se oían los sollozos del escritor.Saviano ha abrazado a su abogado, ha ocultado el rostro contra él y ha llorado en su hombro durante minutos. No podía parar. Todo su sufrimiento, su vida en fuga, la existencia de paria viviendo a escondidas, se le vinieron encima. “Quiero cabalgar una moto, quiero pasear…”, ha dicho luego a los periodistas, sabiendo que de todos modos eso sigue siendo un deseo difícil de cumplir, porque la sentencia solo le da la razón, pero no cambia nada. La condena de la Camorra sigue en pie. “La victoria queda en los autos, pero mi vida ha sido destrozada, me la han robado y yo no he sido capaz de gestionar esto. Ahora mi cuerpo deberá ser protegido, hay quien durante años ha dicho que no necesitaba escolta”, ha señalado. No obstante, con la misma tristeza de fondo, ha dicho que no sabe cómo afrontará a partir de ahora su vida: “Es una victoria para otros”.Hace muchos años que el escritor ha confesado en entrevistas que si hubiera sabido lo que le esperaba no lo habría hecho, pero hasta ahora siempre ha hecho gala de una resistencia heroica, convertido en símbolo de la lucha contra la mafia y del periodismo valiente. Sin embargo, en los últimos tiempos ha transmitido síntomas de fatiga, de que su condena ya le pesaba demasiado. Hace unos días confesó en una entrevista que en una ocasión intentó suicidarse, aunque lo narró de forma tragicómica, pues el intento le causó una diarrea, y finalmente desistió. Este juicio se ha convertido en una obsesión para él, hasta el punto de que en un artículo publicado este lunes en el Corriere della Sera ha confesado que esta sentencia es “la más importante de mi vida”. “Independientemente del veredicto, mi vida ha sido machacada”, concluía. Al menos le ha dado la razón, porque cabía la posibilidad de que se diera la vuelta a la primera sentencia. Pero los jueces de la Corte d’Appello de Roma han confirmado los hechos: cuando el 13 de marzo de 2008 en la sala del gran proceso Spartacus contra la Camorra, el abogado de Bidognetti leyó un texto en el que señalaba a Saviano y Capacchione como responsables del resultado del proceso si finalmente había una condena, como así fue, se trató de una amenaza directa a ambos periodistas. Una señal a los sicarios del clan de cuál era la estrategia a seguir. Fue, según dijo la primera sentencia, una “precisa estrategia” para callarles y condicionar a los propios jueces a la hora de dictar sentencia. “16 años de proceso no son una victoria para nadie, pero tengo la prueba de que la Camorra en una sala de un tribunal, públicamente ha dado su interpretación: que es la información la que les da miedo”, ha reflexionado Saviano. “Ahora tenemos la prueba oficial de que los capos, con sus abogados, firmaron una proclama en la que pusieron en el objetivo quien relataba su poder criminal. Y no atacaron la política, sino el periodismo, insinuando que habrían considerado responsables a los periodistas, y dijeron mi nombre y el de Rosaria Capacchione, responsables de sus condenas. No había ocurrido nunca en un tribunal, en ninguna parte del mundo”.

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