Poco antes de que den las nueve, aún de día, con un cielo cubierto que amenaza chaparrón, empieza la liturgia. Uno a uno los músicos van subiendo las escaleras desde las bambalinas del escenario para ocupar su espacio. Aplaudimos. Hasta que le llega su turno. La cámara está su lado esperando que dé el paso. Bruce Springsteen empieza a caminar. Lo acompañamos. Las imágenes que contempla el público son un elemento fundamental del espectáculo de sus últimas giras. La gente grita mientras él avanza tranquilo hacia su micrófono. Lo sabe. No lloverá.Más informaciónA las 20.58 mira a las decenas de miles de personas que lo esperaban en Estadio Reale Arena (San Sebastián), donde dio este sábado por la noche el primero de sus dos conciertos españoles (el segundo será este martes en el mismo escenario). Primer plano. El hombre de 75 años no dijo nada y sonrió un par de segundos, preparándonos para que lo que vendría durante las dos horas y cuarenta y cinco minutos siguientes. No duda. Sabe que va a revalidar la promesa que es el tema de la primera canción de la noche: la promesa vital con el rock desde la juventud hasta hoy. Como en dos conciertos previos de su gira Land of Hope and Dreams Tour empezó con No surrender. Chaleco negro abotonado y corbata negra con puntos blancos, camisa blanca con finas rayas negras. Y una banda que funciona como un reloj —el motor es el batería Max Weinberg— y la exigente profesionalidad que revalida en My Love Will Net You Down con su segundo solo de la noche. Con la tercera canción —tras el Gabon Donosti— ya aparece el objetivo de esta gira: concienciar a la audiencia sobre el momento crítico que vive Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. Lee los discursos, que aparecen subtitulados en las pantallas, y algunas de las letras, las más políticas, aparecen traducidas también. La más potente, porque estaba allí sin que nadie hubiese advertido la fuerza de su mensaje, es Rainmaker: trabaja con el imaginario cultural de la Gran Depresión y habla de las condiciones de penuria que posibilitan la aparición de un líder demagógico. Sí, la dedica a Trump. Esto no es una broma. Antes de cantar Mi city in ruins incluso pedirá silencio al público. En acústico House of a Thousand Guitars también conecta con la crítica política.Bruce Springsteen, en otro momento del concierto de esta noche en Anoeta.Javier HernandezLa primera vez que baja las escaleras del escenario para cantar cara a cara con el público es con The promised land. De repente se transforma en un abuelete feliz. Se para ante una niña que lleva un cartel, lee que querría hacerse un selfie con él y Springsteen no defrauda. La proximidad a sus primeras filas es otro recurso para demostrar comunión con el público. ¿Esta noche a quién regalará la harmónica? Hoy a un fan veterano. A partir de este punto las variaciones serán escasas. Toca Darkness on the edge of town, cuyas estrofas centrales recita más que canta, e interpreta un The River con ese aullido en falsete final donde se concentran todos los miedos de un hombre adulto. Tal vez la mayor sorpresa es comprobar la fuerza que la banda enchufa ahora a Long walk home, con un Steve Van Zandt pletórico. En Wrecking ball anima al público, forzándole a repetir el grito, entra la sección de vientos y de repente esa canción menor se convierte en un fiestón. La gente baila y veo a la chiquillada sobre los hombres de sus padres botando de felicidad. Disculpen. No puedo seguir escribiendo. Me levanto, salto y ya no me siento hasta que, alejado de la banda y entre el público, acaba Badlans. Por primera vez se le ve realmente cansado, esta noche y mañana las sesiones de recuperación con el fisioterapeuta en el María Cristina serán intensas. Concierto de Bruce Springsteen en San Sebastián.Unanue (Europa Press)Me siento. Estoy más vivo que antes del arranque del concierto. Vuelvo a teclear. Tócala otra vez, Bruce: el momento de Thunder road y se pasea otra vez estrechando la mano de los fans de las primeras filas. Llega la traca final. Se encienden las luces, grita Donosti y empieza a cantar el himno maldito Born in the USA, la primera de las tres piezas de esa joya del rock comercial que fue la que catapultó como estrella global del espectáculo de masas. En Bobby Jean todos agitan los brazos de derecha a izquierda, en Dancing in the dark la cámara enfoca los rostros de entusiasmo. Se desbordará con ese Twist and shout que demuestra que el abuelo de 75 años sigue siendo el artista que mejor domina los grandes. Cinco minutos más, por favor. Cinco minutos para la eternidad. Epílogo esperado: Chimes of freedom, la versión que ha recuperado para esta gira política. Un teclado celestial acompaña la interpretación. La letra de Bob Dylan aparece subtitulada en castellano en las pantallas. Ya no lleva chaleco. God bless you. Los soldados de la noche, a las 23.45, salimos de Anoeta mientras por los altavoces resuena This land is your land.

Shares: