Hay una mochila a la espalda que está moldeando —y distorsionando— cada vez más las relaciones sexuales: son los mitos alrededor del sexo. Estereotipos e ideas preconcebidas que pueden acabar alterando el deseo y condicionando el disfrute en los encuentros reales. Unos ejemplos: llevar viagra en el bolsillo por miedo a una disfunción eréctil, obsesionarse con el tamaño del pene, pensar que hay que estar siempre receptivo o pretender alcanzar orgasmos simultáneos con la pareja para que el sexo sea realmente satisfactorio. Los expertos advierten de que afrontar los encuentros sexoafectivos con esa carga y expectativas puede generar altos niveles de frustración y abocar, en última instancia, a disfunciones sexuales reales y duraderas.Ginecólogos, urólogos y sexólogos lo ven en las consultas. Cada vez con más frecuencia, concuerdan las voces consultadas, aunque no tienen claro si es por una mayor incidencia de casos o porque se está rompiendo el tabú para hablar de estos temas. En cualquier caso, para buscar el origen de todas esas mochilas, los expertos señalan directamente a la influencia que está teniendo el porno en la construcción del imaginario sexual y a la falta de comunicación que hay durante (y sobre) las relaciones íntimas. “Los mitos sexuales entran donde falta una buena educación sexual”, sostiene la ginecóloga Luara Ribera, portavoz de la Sociedad Catalana de Sexología de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña. “Es más fácil acceder a la educación sexual a través de las películas o de un influencer, que a través de fuentes veraces. Recibimos una visión utópica y rígida de lo que tiene que ser nuestra vida sexual y cuando algo falla, surge la frustración y la preocupación”, abunda.Más informaciónLa sexóloga Francisca Molero cuenta que cada generación tiene un modelo de educación sexual y ahora mismo el porno manda. “En las últimas décadas, se ha impuesto el modelo pornográfico, que enseña una sexualidad determinada: un modelo finalista basado en el coito, en el disfrute del varón y en la cosificación de la mujer”, señala la experta, que es también directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y sexóloga clínica en la Clínica Máxima de Barcelona. No hay buenos referentes en sexualidad y eso alienta la construcción de las fábulas.Ribera cita algunos de esos mitos frecuentes que lastran las relaciones sexuales reales: “Parece que el inicio de las relaciones sexuales siempre tiene que ser por un instinto repentino e irrefrenable o que el orgasmo ha de ser simultáneo cuando, en realidad, cada miembro de la pareja tiene su ritmo”. También se presume, apunta, que el orgasmo de los hombres va a aparecer antes o que siempre tienen que tener uno.La exigencia es altísima. Hasta el punto, añade, de que no se tiene en cuenta que en las relaciones sexuales también intervienen factores físicos, psicológicos o del entorno, que pueden afectar a la calidad del encuentro. Uno puede tener un mal día, la cabeza en otra parte, baja apetencia… “No tiene sentido exigir siempre una relación sexual de 10″, enfatiza.Recibimos una visión utópica y rígida de lo que tiene que ser nuestra vida sexual y cuando algo falla, surge la frustración y la preocupación”Laura Ribera, portavoz de la Sociedad Catalana de SexologíaMolero coincide: “Parece que las relaciones sexuales compartidas tienen que ser extraordinarias. La realidad es que cada vez hay menos relaciones sexuales. Hay tanta expectativa de que tiene que salir todo tan bien que, al final, es difícil meterla en la cotidianeidad del día a día”. Una investigación estadounidense que analizaba la actividad sexual en los primeros 18 años de este siglo reveló que la inactividad sexual aumentó entre los hombres de 18 a 24 años y de 25 a 34 años, y entre las mujeres de 25 a 34 años durante el período de estudio.La presión por dar la tallaLa presión para cumplir, para estar a la altura de lo que supuestamente se espera, lleva a recurrir a todo tipo de estrategias, como tener viagra a mano siempre, por si acaso. “Se da mucha importancia al rendimiento, pero justo el pensar que necesito una erección potente, puede ser motivo de disfunción temporal. Y uno acaba siendo víctima de si mismo”, tercia Ribera. La literatura científica calcula que alrededor del 50% de los hombres entre 40 y 70 años presenta algún tipo de dificultad eréctil.Uno de los mitos que “produce más inseguridad y problemas”, abunda Molero, es, en los hombres, la obsesión con el tamaño del pene. En una entrevista a EL PAÍS, la uróloga Blanca Madurga, autora del libro Todo lo que necesitas saber sobre el pene y nunca te atreviste a preguntar (Planeta), explicaba que la media de tamaño de un pene en erección (que es como se tiene que medir), es de unos 10 centímetros. Pero puntualizaba: “Hay que tener en cuenta que esta media se hace en todo el mundo y en los países del África subsahariana tienen uno o dos centímetros más de media. O sea que ese mito de que los varones de raza negra tienen unos penes gigantes no es cierto. Hay diferencias, pero son pequeñas. Mucha gente habla de micropene cuando estos, que son aquellos inferiores a los seis centímetros en erección, son rarísimos. Y por desgracia suelen ir asociados a síndromes”.Otras obsesiones masculinas son la duración y el mantenimiento de la erección y la eyaculación en sí misma. El urólogo Juan Manuel Corral contaba también a EL PAÍS que “las expectativas que uno se crea son muy superiores a la realidad”. Y ponía ejemplos reales de lo visto en su consulta: “Es habitual que te digan: Oiga, es que yo no puedo tener cuatro relaciones seguidas’ o ‘Es que yo no soy capaz de tener cinco eyaculaciones’. Claro, ¿qué esperas? O te dicen: ‘Estoy frustrado porque es que acabo en 12 o 15 minutos’. Bueno, ¿y usted sabe cuánto es el tiempo medio de una relación sexual en Europa? Cinco minutos y medio, siete minutos la que más. Y usted me dice que tiene 12, pues ¡fantástico! Pero, claro, ellos te argumentan que en el vídeo [porno] eran 25 minutos. Ya, pero, ¿en cuántos días grabaron eso?”.El urólogo insistía en la “mala información” que hay sobre la esfera sexual: “Te dicen: ‘Es que, claro, eyaculo poco’. ¿Pero usted sabe cuánto es el volumen normal de eyaculado? 1,5 mililitros. Quizás un motivo por el que empiezan a consultar más los hombres es porque tienen más acceso a mala información, a malos contenidos, no reales, y, entonces, comparando, se sienten como agraviados”.El modelo pornográfico mandaEl modelo pornográfico, como apuntaba Molero, construye el imaginario sexual. Y cuesta desmontar todas las ficciones que traen los pacientes aprendidas, admiten los expertos.En consulta, el andrólogo Josep Torremadé, intenta explicar a menudo a sus pacientes que el espejo del porno en el que se miran no es real. “La pornografía no deja de ser una fantasía, como en el cine. Igual que sabes cuando ves a Superman volar que eso no es real. Con la pornografía es lo mismo”.El médico, que ejerce también en el Clínic de Barcelona, alerta de que la ciudadanía está “expuesta a un exceso de información, con pornografía y referentes que no son la realidad del día a día”. Y eso puede tener consecuencias, como “la sobreexcitación”, apunta. Esto sucede cuando una persona muy expuesta a los estímulos de la pornografía, por ejemplo, alcanza tal grado de excitación con ella, que lo que sucede en la vida real nunca le es suficiente. “No les sacian las relaciones sexuales reales”, incide el andrólogo.El asedio de los roles de géneroEn la construcción de los mitos pesan también los estereotipos de género, que constriñen el guion sexual a unos comportamientos muy medidos. Especialmente, en las relaciones heterosexuales. Un estudio publicado en 2021 señalaba que “los estereotipos tradicionales sobre sexo y género presentan a los hombres como asertivos, agresivos, sexualmente aventureros y emocionalmente restringidos, y a las mujeres como dóciles, pasivas, sexualmente modestas y emocionalmente sensibles”. Sin embargo, todos estos roles acababan imponiendo “restricciones en las relaciones heterosexuales y disminuyendo la satisfacción sexual tanto para hombres como para mujeres”.No en vano, a propósito de los orgasmos, Molero recuerda que cada vez hay más estudios que apuntalan la idea de que la satisfacción sexual es mayor entre lesbianas que en mujeres heterosexuales. Ejemplo de ello es una investigación con más de 52.000 personas que reportó que el 95% de los hombres heterosexuales aseguraban tener orgasmos usualmente o siempre que tenían intimidad sexual; en el caso de los hombres homosexuales o bisexuales, esta cifra se situaba en el 89% y el 88%, respectivamente; en las mujeres lesbianas, eran el 86%; pero en las mujeres bisexuales y heterosexuales, solo dos tercios experimentaban orgasmos siempre o casi siempre que tenían relaciones sexuales.La sexóloga considera que esta brecha orgásmica está relacionada con el proceso de aprendizaje sexual, mucho más sencillo y socialmente aceptado para ellos que para ellas. Y pesa también el desconocimiento que impera sobre el orgasmo femenino y los roles de género enquistados.En la misma línea, Ribera considera, de hecho, que, con estos marcos mentales, no se está favoreciendo nada el empoderamiento de la mujer: “Parece que el hombre siempre busca el coito, tiene más deseo, es el primero en alcanzar el orgasmo. Y las mujeres son más pasivas y les gusta solo un sexo más naif. Y, en cualquier caso, en situaciónes en las que podía estar más satisfecha de ella misma, eso también se puede leer negativamente. Así no favorecemos su autonomía”, lamenta.Lo que esconden los gemidosLa performance, la escenificación aprendida, también juega un rol capital en la vivencia sexual. Por ejemplo, con los gemidos de la mujer en las relaciones íntimas. Este tipo de sonidos durante el acto sexual no necesariamente son ficticios. De hecho, un estudio esloveno recordaba que la vocalización sexual es una forma de señalización sexual femenina y, en una muestra con 400 mujeres, revelaba que estas voces —gritos, órdenes, chillidos y palabras, fundamentalmente— eran más frecuentes durante la penetración y se asociaron positivamente con la excitación sexual.Ahora bien, lo que sí matizan los expertos consultados es que las distorsiones en las relaciones sexuales pueden surgir si esas vocalizaciones, lejos de ser espontáneas o con un propósito excitatorio, esconden alguna carencia. A propósito de esa puesta en escena aprendida de los modelos pornográficos, explica Ribera, puede ser que “la mujer, si ve que no llega al orgasmo [él o ella]en lugar de favorecer la comunicación, simule el gemido”. El estudio esloveno recogía que alrededor del 38% de las participantes reportaron que fingieron esas vocalizaciones y, a su vez, esto se asoció exclusivamente con la simulación del orgasmo.“Los gemidos son un estímulo excitatorio, pero si es una impostura deja de tener sentido porque mientras lo haces, dejas de sentirlo”, reflexiona Molero. La sexóloga señala que hay personas más gesticuladoras y en ellas el gemido formará más parte del encuentro sexual que en otros individuos. Y, a diferencia de las vocalizaciones durante la masturbación, en las relaciones compartidas uno puede ser “más expresivo”, dice. Como conclusión de su trabajo, los investigadores eslovenos apuntaron que “parece que las mujeres sexualmente menos restringidas pueden usar la vocalización sexual para aumentar su atractivo sexual hacia su pareja actual mediante el fortalecimiento de la autoestima de su pareja”.Disfunciones sexualesTodos los mitos descritos pueden llegar a generar disfunciones patológicas, desde disfunción eréctil hasta falta de deseo o dificultades por dolor en las relaciones sexuales. Desmontar estas fábulas y aprender a disfrutar de los encuentros sexoafectivos sin esas presiones externas son elementos clave para solucionar cuadros complejos. Los expertos recuerdan que el sexo no es imprescindible para la vida, pero las relaciones satisfactorias son una fuente de placer físico y mental, con consecuencias beneficiosas, tanto a nivel orgánico como psicológico.

Cómo los mitos distorsionan las relaciones sexuales reales: viagra en el bolsillo, el lastre del tamaño y los gemidos impostados | Salud y bienestar
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