La herramienta más importante para el diagnóstico de las enfermedades alérgicas es la historia clínica: los antecedentes personales y familiares, las condiciones ambientales, los factores desencadenantes de los síntomas, los hábitos de vida, y cuantos aspectos ambientales o personales puedan ser relevantes (oficio, aficiones). Sobre esta base, llegan las pruebas cutáneas, que ayudan a identificar qué sustancias están provocando la reacción alérgica. A través de extractos elaborados en laboratorio o de sustancias en estado natural se busca reproducir a nivel local, en la piel, una reacción de hipersensibilidad, y de esta manera confirmar o descartar el diagnóstico de sensibilización alérgica.La principal utilidad de estas pruebas es ayudar a confirmar si una enfermedad, como la rinoconjuntivitis, se debe a la reacción del sistema inmunitario a un alérgeno. En segundo lugar, nos permite la identificación del alérgeno en particular (polen del olivo, de las gramíneas, ácaros, proteínas alergénicas del perro o del gato, etc.), lo cual ayuda a disminuir o evitar la exposición, que es el primer paso del tratamiento. En la alergia respiratoria, la sensibilización y exposición a múltiples alérgenos se puede asociar a un curso persistente y grave de la enfermedad, y, por tanto, tiene relevancia clínica para las decisiones de tratamiento. En caso de precisar un tratamiento con una vacuna de alérgenos, las pruebas cutáneas contribuyen a decidir la composición del pinchazo. Además, estas pruebas también pueden servir para el seguimiento de la enfermedad y para estimar la evolución de algunas enfermedades alérgicas. Por ejemplo, algunos niños superan con el tiempo la alergia a alimentos como la de la leche o el huevo; las pruebas cutáneas, junto a otras exploraciones, ayudan a prever esa evolución.Más informaciónEl material empleado para realizar la mayoría de las pruebas cutáneas son los extractos alergénicos, productos elaborados específicamente con este fin. Los extractos provienen a su vez de una materia prima, que son las fuentes alergénicas naturales, como los pólenes, ácaros, hongos o epitelios animales, y que se someten a procesos complejos para la elaboración del extracto final. Es importante disponer de un producto de buena calidad, bien estandarizado, que contenga en concentración suficiente las proteínas alergénicas, lo que permite obtener resultados fiables y comparables entre pacientes.Existen diversos tipos de pruebas cutáneas. Las más conocidas y utilizadas son los prick-test, denominados en español pruebas intraepidérmicas, que buscan reproducir una hipersensibilidad inmediata mediada por anticuerpos IgE. Se realizan en la cara anterior del antebrazo, donde se colocan distintos extractos alergénicos seleccionados de acuerdo a la historia clínica. Mediante una lanceta se efectúa una pequeña punción a través del extracto a fin de que atraviese la epidermis.Aproximadamente unos 15 minutos después, se comprueba si el paciente ha experimentado una reacción, en cuyo caso se formará una pápula, similar a una picadura de mosquito, mayor o igual de tres milímetros de diámetro. Ese es el tamaño mínimo para que una prueba intraepidérmica se considere positiva, si bien es importante destacar que el tamaño de la reacción no se correlaciona con la gravedad de las manifestaciones alérgicas. Las pruebas intraepidérmicas se usan para detectar alergia a pólenes, alimentos, medicamentos, insectos o sustancias presentes en algunos trabajos (alérgenos ocupacionales).Una variante de esta prueba es el prick-prick o punción intraepidérmica con punción previa del alimento. En este caso se emplean productos naturales en lugar de extractos. Se utilizan cuando en el proceso de elaboración del extracto se inactivan las proteínas alergénicas, como ocurre con ciertas frutas y verduras que, por este motivo, pueden provocar falsos negativos. En las pruebas intraepidérmicas con punción previa del alimento, se selecciona un pequeño fragmento del alimento natural y con una lanceta se pincha el alimento y luego la piel. En el caso de frutas o verduras se deben probar la piel y la pulpa por separado. Se hace también una lectura 15 minutos después y se considera positiva una pápula mayor de tres milímetros.Las pruebas intradérmicas se emplean para estudiar reacciones producidas por fármacos o por venenos de avispas y abejas. Mediante una aguja muy fina (parecida a las de insulina) se inocula un extracto alergénico en la segunda capa de la piel, la dermis. En este caso se pueden hacer tanto una lectura inmediata, a los 15 minutos, como una tardía (a las 24 o 48 horas), según el tipo de reacción que se esté analizando.En todos estos casos es imprescindible que el paciente haya suspendido previamente el tratamiento con antihistamínicos y otros fármacos susceptibles de inhibirlas. Además, se emplea como control positivo la histamina (para demostrar la ausencia de una reactividad cutánea disminuida que con frecuencia aparece en ancianos, niños muy pequeños y en pacientes que toman antihistamínicos) y como control negativo el suero fisiológico, para descartar habones producidos por el propio traumatismo de la prueba o por dermografismo, una afección cutánea en la que la piel reacciona de forma exagerada a los arañazos o la presión, provocando enrojecimiento e hinchazón.Las pruebas del parche o pruebas epicutáneas se realizan para el diagnóstico en casos de alergia retardada a los fármacos o en las dermatitis de contacto. En este caso, las sustancias se colocan en apósitos especiales que se adhieren a piel sana, normalmente en la espalda o los brazos. No requieren ningún tipo de punción; simplemente, se deja en contacto la sustancia con la piel durante unas 48 horas, al cabo de las cuales se retiran los parches y se hace una primera lectura, a la que se añadirá una segunda y última lectura a las 96 horas.Las pruebas cutáneas deben ser siempre interpretadas dentro de un contexto clínico del paciente. Si los resultados son positivos, pero no existen síntomas alérgicos, se considera una sensibilización subclínica, es decir, sin relevancia desde el punto de vista clínico, y que, por tanto, no precisa tratamiento. Por último, debe tenerse en cuenta que las pruebas cutáneas no sirven para diagnosticar enfermedad celíaca ni intolerancia a la lactosa.Este contenido se ha editado a partir de textos de la Dra. Gabriela Zambrano Ibarra, médica especialista en Alergología en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid). HABLANDO DE ALERGIAS es una colaboración entre la Fundación de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), la Fundación BBVA y EL PAÍS concebida para resolver las dudas más frecuentes que los pacientes trasladan en las consultas de alergología. Las respuestas se basan en el conocimiento experto de un centenar de especialistas, que son los autores de El libro de las enfermedades alérgicas, una publicación multimedia realizada por la Fundación SEAIC en colaboración con la Fundación BBVA.

¿Cómo se diagnostican las enfermedades alérgicas? | Salud y bienestar
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