El primer coche agarró llamas a eso de las dos de la tarde del miércoles. Era el camión de una empresa de paquetería. “Al principio dijeron que había sido una falla del circuito eléctrico, pero luego fue evidente que estábamos en un proceso de narcobloqueo por los otros vehículos”, narra el consejero del Observatorio de Seguridad Humana de Apatzingán. Como protocolo —porque, en los últimos años, los días en que los carteles toman las calles, incendian carros y asedian pueblos enteros para mandar un mensaje al Estado se han vuelto tan habituales que hubo que desarrollar un protocolo al respecto— no da su nombre. La información comenzó a correr boca a boca, celular a celular, vecino a vecino. “El desmantelamiento del Estado de derecho ha provocado que las personas busquen mecanismos preventivos de seguridad, los grupos de Whatsapp son uno de los más eficaces”. Fue en Apatzingán, pero no solo. El Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) quiso demostrar su fuerza con fuego e incendió las autopistas de una treintena de municipios en tres Estados. La peor parte se la llevaron las carreteras de 26 pueblos de Michoacán, pero la violencia del Mencho se propagó a dos localidades de Guanajuato y otra de Jalisco.Por WhatsApp llegaban notas de voz como esta, con esas letras grises en la parte superior que avisan cuando un mensaje ha sido reenviado muchas veces: “Sale, compañeros, compañeros, todos los que vayan a salir a carretera ahorita, están quemando carros. Quiroga, Zacapu, Apatzingán, Uruapan, Tlazazalca, 10 municipios están quemando carros eh. Carros, camiones, autobuses, todo, todo. No hay autoridad”. O bien: “Dense la vuelta, están agarrándose a balazos, enfrentamiento entre sicarios, la Guardia Nacional, la Sedena”. También: “Están incendiando los camiones”. Y: “Date la vuelta papá, hay una balacera”. El vecino de Apatzingán, el que no quiere dar su nombre, bajó a la verdulería poco antes de que cayera la noche. “El propietario me decía que el que le surtía limón venía aculadísimo porque pensaba que le iban a quitar la camioneta”. Las calles se habían vaciado, la gente se resguardó en casa. “Se ha vivido en varias ocasiones y normalmente es miedo, es replegarse, guardarse, no salir, no transitar, tener mucha precaución, no hablar del tema. El pueblo se vuelve silencioso de un momento a otro. Ayer no nos acercábamos, no tenemos la capacidad ni la voluntad de ser mártires”. Elementos de la Policía Estatal de Guanajuato participan en un operativo durante los bloqueos carreteros.SSP GUANAJUATOEra un terror viejo y conocido, pero la costumbre no lo diluye. “Fue una reminiscencia de tiempos que pensamos que se habían relativamente superado. Hay un retroceso en términos de las condiciones de seguridad que habíamos tratado de ir construyendo durante los últimos años como sociedad. Jamás habíamos visto unos bloqueos con esta escala”. En paralelo a los videos de tráileres ardiendo, las fotografías de carreteras colapsadas y los audios de alerta, otra información comenzaba a circular. Entre personal de seguridad, de las distintas fiscalías, entre reporteros y analistas, se especulaba: qué había llevado a Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, El Mencho, líder del CJNG, a ordenar semejante ataque. La versión oficial Esa mañana hubo un operativo militar que incluyó un helicóptero artillado abriendo fuego contra “algunos grupos pertrechados en los cerros”, sostiene el consejero del Observatorio de Seguridad Humana de Apatzingán. Se decía que la Marina había incursionado en Ocotlán, en el Jalisco fronterizo con Michoacán, para detener a un capo de alto rango. Se decía, incluso, que lo habían capturado, y que el Mencho desató todo su fuego para que lo liberaran.Lo hablaban reporteros locales, lo comentaban también off the record, como hechos consumados, agentes gubernamentales. Se escuchaba más de una comparación con el Culiacanazo, aquel jueves que el Cartel de Sinaloa incendió Culiacán para que Andrés Manuel López Obrador liberara a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo —y, la primera de las dos veces, lo consiguió.Así se lo dijeron también a EL PAÍS fuentes con conocimiento de la operación. La Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán fue escueta, pero, en esa línea, habló de “bloqueos carreteros ocasionados por grupos delincuenciales en respuesta a las labores en materia seguridad”. El Gabinete de Seguridad publicó su informe diario con “acciones relevantes” del día. Había información de decomisos y arrestos en una decena de Estados de la República. De los narcobloqueos en Michoacán, Jalisco y Guanajuato, ni una palabra. Alfredo Ramírez Bedolla, Pablo Lemus y Libia Dennise, gobernadores de Michoacán, Jalisco y Guanajuato, respectivamente, mantenían silencio, como lo mantuvieron hasta el jueves la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, y su zar de seguridad, Omar García Harfuch. Y, en la mañana, la versión oficial difundida por ambos: “Los ataques son resultado de los conflictos entre dos grupos delictivos que disputan los territorios”.Miembros de la Guardia Civil realizan recorridos en los municipios de Álvaro Obregón, Indaparapeo y Charo, en Michoacán.SSP MICHOACÁNHubo cuatro horas de bloqueos en 30 municipios de tres Estados diferentes. Dos policías murieron en los enfrentamientos contra los sicarios. Decenas de vehículos ardieron como barricadas improvisadas en carreteras federales. Un par de tiendas fueron también incendiadas en Apatzingán. Ninguna persona fue oficialmente detenida a pesar de la envergadura de la agresión. Y la versión oficial de Harfuch y Sheinbaum hablaba, como tantas otras veces antes, de criminales peleando la plaza. Los vecinos de los municipios afectados la recibieron con escepticismo, como poco. “Era frecuente que estos narcobloqueos ocurrieran sobre todo para generar presión a la autoridad siempre que era apresado algún miembro del crimen organizado, pasó con El Chango Méndez [de La Familia Michoacana] y con otros capos de otra época”, recuerda el consejero del Observatorio de Apatzingán. E incluso si creyera la versión oficial: “Es preocupante que ya reconozcan que el territorio está siendo disputado entre grupos criminales de forma crónica sin que el Estado ponga un alto”. David Saucedo, analista experto en seguridad, concuerda: “La versión de Omar García Harfuch es inverosímil. No me hace sentido. Dos grupos rivales nunca se atacan con narcobloqueos, suelen utilizarlos para presionar a las autoridades si detienen a sus miembros, como en el Culiacanazo”. En 2022, el Ejército trató de capturar a Ricardo Ruiz, El Doble R, mano derecha del Mencho, y Gerardo González, El Apá. Los militares fracasaron y en respuesta el CJNG desató un caos muy similar al de esta semana. “No parece un conflicto entre grupos, apunta a un operativo fallido para capturar a alguien. Y solo un líder de zona generaría narcobloqueos simultáneos en tres Estados. Me hace sentido que sea El Doble R, porque es jefe en esas zonas”, considera Saucedo. Para las 18.00, lo peor ya había pasado. Los incendios fueron sofocándose, el tráfico volvió a circular en las carreteras. “Las autoridades locales presumen la liberación de las vías como un éxito, pero es una derrota, no detuvieron a nadie”, abunda Saucedo. El cartel tiró del repertorio del “narcoterrorismo”, apunta, con la complicidad de los Gobiernos locales. No es posible de otra manera, defiende el analista, que un grupo criminal pueda mantener tantas horas de terror en tantos lugares a la vez sin sufrir ni un solo arresto. Dice Saucedo que el modus operandi habitual en estos casos es que los capos avisen a la policía con el mensaje en clave: “Vamos a tener fiesta”. Los agentes se repliegan, los sicarios campan a sus anchas. “Feudalismo criminal” El terror está en el futuro próximo. “Habrá actos de represalia contra el Gobierno federal”, cree Saucedo. La incertidumbre es saber cómo responderá el CJNG, que se revuelve desde hace semanas contra la renovada ofensiva que el Gobierno federal ha desplegado en su contra. “No quisiéramos un estallido como los que se han vivido otras épocas. Ya vivimos procesos de autodefensas aquí que no lograron su objetivo. Definitivamente, sí hay un malestar social que no se está procurando, que se agrava, además, porque todas las declaraciones de las autoridades son insatisfactorias. La gente percibe humillante que se diga que las cosas están bien cuando es evidente que no es así”, dice el consejero del Observatorio de Apatzingán. Una patrulla de la policía municipal en Michoacán, el 23 de abril de 2025.SSP MICHOACÁNYa no son solo los bloqueos del miércoles: “Minas antipersona en zonas rurales, drones con cargas explosivas, la llamada gobernanza criminal, que llamamos más bien feudalismo criminal, gobernanza le queda muy grande. Es apropiación de las vidas y las propiedades por parte de los señores de la guerra que imponen su orden”, sentencia. “No creo que haya falta de capacidad del Estado, lo que no hay es interés”.Mientras tanto, las consecuencias ya han generado “recesión económica”, dice el vecino de Apatzingán: negocios cerrados, agricultores que no pueden acudir a sus campos, huelgas de los trabajadores del limón y el aguacate. También otros estallidos de violencia, que aprovechan el caos de los bloqueos como camuflaje: “Ayer hubo un asesinato de una persona laborando en un taller, sicarios llegaron a quemarropa a asesinarle. No creemos que esté directamente relacionado [con los narcobloqueos]pero cuando ocurren estos eventos se facilita la comisión de otros crímenes porque está completamente revuelto el río”. Remata Saucedo: “No es un conflicto entre narcos. Para mí es una excusa, intentaron capturar a un narco, se los escapó y la reacción dejó pánico en tres Estados. Quedaron con las manos vacías y en vergüenza”.

Cuatro horas bajo el fuego del Cartel Jalisco en 30 municipios de tres Estados: “Vamos a tener fiesta”
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