El pasado fin de semana se celebró en toda China el gaokao, el temido examen de acceso a la universidad al que este año se han enfrentado 13,35 millones de estudiantes. Considerada la prueba más exigente y estresante del mundo, marca el punto culminante de una preparación a la que los alumnos chinos han dedicado buena parte de su vida. “Pensamos en el gaokao desde primero de primaria [seis/siete años] hasta el final del bachillerato [17/18 años]”, apunta Liu Xuan. Liu se examinó del gaokao el año pasado, pero con la mirada puesta mucho más allá de las fronteras nacionales: en España. Quiere estudiar un grado en Inteligencia Artificial en la Universidad Autónoma de Barcelona y, con el objetivo de mejorar su nota, se ha presentado a la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU).“Han sido asequibles. El gaokao fue una pesadilla”, expresa Liu tras finalizar los exámenes de Matemáticas y Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales en la sede de la Consejería de Educación de España en Pekín. Otros tres adolescentes en su misma situación ríen sus comentarios. “A los chinos se nos dan muy bien las matemáticas”, dice con guasa. Los cuatro estudiantes opinan que los contenidos de las pruebas de la PAU son similares a lo que habían estudiado previamente en China y que, por eso, no han tenido que prepararlos en exceso.China es uno de los pocos países con los que España mantiene un acuerdo educativo que permite a sus estudiantes acceder a la universidad con su nota del gaokao —adaptada al sistema español (hasta 10 puntos)—. Para llegar a los 14 puntos y optar a las carreras más demandadas, se deben realizar algunos de los exámenes opcionales de la PAU.Liu es un chico espigado, de mirada curiosa y verbo fácil. Después de tres años de Bachillerato que define como “asfixiantes”, en los que, como todos sus amigos, estudiaba de 7.00 a 23.00 diariamente “centrado en ese llamado examen que define nuestra vida”, ha pasado este último tomándose un respiro y preparándose mentalmente para vivir en Europa. Tiene grandes metas, que comienzan por cursar un doctorado en el Viejo Continente o en Estados Unidos. “Mi ídolo es J. Robert Oppenheimer y quiero hacer cosas grandes como él, por eso quiero estudiar en el extranjero”, detalla. “Quiero desarrollar una inteligencia artificial para acabar con la corrupción”, expone.España es ya el cuarto destino universitario favorito de los estudiantes chinos en Europa, según información proporcionada por la Consejería de Educación de España en China. En el curso 2024-2025, España ha acogido un récord de 13.556 alumnos chinos, de los cuales el 52% estudiaba un grado, el 33% un máster y el 15% un doctorado. La mayoría lo hace en universidades públicas, siendo ya el segundo mayor grupo de estudiantes extranjeros matriculados en ellas.Ciudadanos de la provincia de Heilongjiang, en China, queman inciensos para tener suerte en el ‘gaokao’, el examen de admisión a la universidad.VCG (VCG via Getty Images)“España es un destino educativo que no solamente se relaciona en China con estudiar español, sino también con muchos otros campos de estudio en los que nuestro país es puntero”, afirma María Luisa Ochoa Fernández, consejera de Educación de la Embajada de España en China.Shi Chenyu es el único de estos cuatro jóvenes que ya ha vivido un tiempo en la península Ibérica. Estudió un cuatrimestre de español en Salamanca, una ciudad de la que alaba “su antigua universidad y su ambiente cultural”. Su plan ahora es estudiar Administración y Dirección de Empresas en la Complutense de Madrid porque, opina, “me ayudará mucho a desarrollar un futuro en China”. Aunque a Shi le gustaría terminar trabajando en su país de origen, no descarta buscar oportunidades laborales en América Latina, que se ha convertido en un importante destino de las inversiones de Pekín. Una gran carga sobre los hombros“En mi caso, no tuve mucha ansiedad preparando el gaokao porque ya había decidido irme a España. Pero para mis compañeros de instituto la presión era altísima, porque tenían que cumplir con las expectativas de sus padres”, describe con gesto serio Shi, originario de la provincia de Gansu (noroeste). Liu, que proviene de Yunnan (suroeste), le da la razón: “Los míos sentían que llevaban una carga de una tonelada sobre sus hombros y no se deshicieron de ella hasta que terminaron el examen”.A diferencia de otros modelos educativos, en China el acceso a la universidad depende casi exclusivamente de la nota obtenida en el gaokao. Pero la presión no radica tanto en la complejidad del examen, sino en lo que está en juego: para muchos jóvenes, especialmente aquellos procedentes de entornos rurales o con menos recursos, es la única vía para entrar en una de las universidades más reputadas del país, tradicionalmente vistas como un pasaporte seguro hacia un futuro estable. No obstante, esa garantía de ascenso social ya no es tan sólida: la tasa de desempleo urbano juvenil se mantiene elevada —en abril se situó en el 15,8% para los menores de 24 años (excluyendo estudiantes) y en el 7,1% para jóvenes entre 25 y 29 años— e incluso los titulados de las mejores universidades se enfrentan a un mercado laboral cada vez más incierto.“Mi familia no es rica, pero puede permitírselo”, puntualiza Wu You, de Nanjing (este). “Quiero saber más sobre la mente humana y en el extranjero Psicología se estudia mejor que en China”, asevera. “Mis padres están muy asustados, pero esperan que pueda encontrar un trabajo por el que sienta pasión”, declara Wu.La única chica del grupo, Huang Jingyi, también de Nanjing, quería quedarse estudiando en China, concede, pero tomó la decisión de mudarse a España después de comenzar sus estudios en Ciencia de Datos “en una facultad que no era muy prestigiosa”. Es la misma carrera que quiere estudiar en Barcelona, donde espera que la universidad sea “más libre”. Aún queda por conocer sus resultados, pero en la cabeza de Liu, Shi, Wu y Huang el viaje a España ya ha comenzado.

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