“Esperaba que estuviera vivo. Veía las noticias y pensaba: ‘En cualquier momento llega’, porque había personas que pasaban hasta 30 años sin rastro y luego aparecían”, dice Hermencia Vega García, mientras sostiene un álbum con fotografías de su hijo, Diuviseldo Torres Vega. Él fue llevado por paramilitares disfrazados de agentes del DAS hace 23 años y, hasta ahora, se desconoce su paradero.Doña Hermencia, de 83 años, vive sola en la misma casa de donde se llevaron a su hijo el 23 de octubre de 2002. En la mitad del camino a la vereda Piamonte, ubicada a 10 minutos al norte de Fusagasugá, está, cómo ella lo describe, su rancho, de tres habitaciones, un baño y una cocina. La vivienda está ubicada al pie de la finca donde se crió el ciclista Lucho Herrera.En ese lugar, el 4 de mayo de 1961 nació una de las grandes leyendas del ciclismo colombiano y más conocido como “El Jardinerito de Fusagasugá” por su origen humilde y su trabajo como jardinero en su juventud.Su carrera profesional, entre 1982 y 1992, estuvo llena de logros, siendo el más notable su victoria en la Vuelta a España en 1987, convirtiéndose en el primer colombiano y latinoamericano en ganar una de las tres Grandes Vueltas. Ahora enfrenta la etapa más compleja.Precisamente, esta semana salió a relucir la presunta actuación del deportista con la desaparición de Diuviseldo, los hermanos Víctor y José del Camen Rodríguez Martínez y Gonzalo Guerrero Jiménez. El deportista fue salpicado por el exparamilitar Luis Fernando Gómez Flores, alias Ferney, -condenado por la desaparición forzada- y lo señaló de pagarle por la desaparición.Según versiones recogidas en la indagatoria, Lucho Herrera habría pagado una “vacuna” a las Autodefensas Campesinas de Casanare que operó en Fusagasugá entre 2002 y 2003, bajo el mando de Héctor Buitrago, alias Martín Llanos. ‘Ferney’ afirmó que en 2002 fue trasladado al sector del Tequendama para reunirse con Herrera, quien supuestamente tuvo encuentros con Martín Llanos para acordar el pago.Cinco minutos antes de llegar a la casa de la familia Torres Vega, sobre la carretera que conecta Fusagasugá con Sibaté, se encuentra la vivienda que habitaron los hermanos Rodríguez. Dormían en el segundo piso de una casa con fachada blanca.En el piso de abajo, los vecinos charlan en una pequeña tienda y no salen del asombro al confirmar que sí fueron desaparecidos por paramilitares.Juan Gabriel Beltrán, vive en la casa del lado hace 50 años, recuerda que eran jornaleros. “Siempre ha sido un lugar tranquilo, de amistad entre todos. Esa desaparición fue muy extraña”, comenta.Otro vecino, sentado en una silla de plástico, dice: ‘Sabíamos que desaparecieron, pero no que fueron los paramilitares. No creo que Lucho Herrera esté involucrado’, y toma un sorbo de cerveza que luego deja sobre una mesa de plástico.Al frente de este lugar, en una esquina, está un vivero. El dueño tampoco cree que el pedalista, ganador de la Vuelta a España en 1987, haya pagado por el crimen.Casa donde vivieron los hermanos Rodríguez. Foto:Daniel López/EL TIEMPO.Las desaparicionesSobre las 6 de la tarde del 23 de octubre del 2002, paramilitares vestidos con camisetas, chalecos, gorras y brazaletes del DAS, se llevaron a Víctor y José del Camen Rodríguez Martínez, en una camioneta Hilux.El vehículo cruzó por el vivero y se dirigió por una carretera destapada hacia la casa de Gonzalo Guerrero Jiménez, lo montaron en el platón de la camioneta y siguieron hacia la vivienda de Diuviseldo, a tres minutos de ahí.Sentada en el sofá de su sala, donde cuelga un cuadro con la foto de su hijo, Hermencia dice: “Yo lo recuerdo mucho. No me gusta mirar la foto porque me acuerdo más de él”.Con sus dedos arrugados y marcados por las labores del campo, saca otra fotografía de su hijo durante su servicio militar en Bucaramanga. Era delgado, de estatura media, con cabello corto, liso y negro.Antes de su desaparición, Diuviseldo tenía 28 años. Vivía con su esposa y su hija, que estaba por cumplir un año. Los tres compartían una habitación con puertas hechas de esterilla y un techo de paja, ubicada en la parte trasera del rancho de su mamá.Hermencia recuerda que su hijo solía regresar de Fusagasugá con un dulce o pan en el bolsillo, pese a tener pocos ingresos, es un gesto que mantiene vivo en su memoria.Relata que trabajaba en el campo recogiendo frutas o usando herramientas pesadas. La mayoría de sus habitantes eran jornaleros agrícolas. Cultivaban café, plátano, banano, guayaba, cebolla. También se dedicaban a la cría de ganado vacuno, tanto para leche como para carne. La avicultura y la porcicultura, aunque en menor escala.“Si le tocaba partir piedra, lo hacía”, recuerda Hermencia sobre su hijo a quien no le importaba el trabajo con tal de ganar algo de dinero.Cuando iba a Fusagasugá, prefería vestirse con pantalón de lino y camisa. Ella aún conserva un cinturón de cuerina con el que Diuviseldo se vestía para ir al pueblo.Hermencia se resiste a dejar la casa donde ocurrió la desaparición. “No sé cómo expresarme, pero que hagan todas esas cosas… si son hijos de uno, trabajadores, cuando él no tuvo nada que ver”, lamenta.El día que todo cambióAndrés Fabián Rodríguez, sobrino de Diuviseldo, tenía 13 años cuando presenció la desaparición. Recuerda que dos hombres bajaron de una camioneta Hilux, vestidos con camisetas, chalecos, gorras y brazaletes del DAS. Preguntaron por Diuviseldo y, al identificarlo, le dijeron que debía acompañarlos por una investigación relacionada con un robo.“Él les respondió que se iba a cambiar de ropa, pero lo agarraron por ambos lados. Forcejeó, gritó ‘mamá, me van a llevar’. Lo encañonaron, lo insultaron y lo subieron al platón de la camioneta. Ese fue el último contacto físico que tuvimos con él”, narra Andrés. La familia, inicialmente, pensó que se trataba de un procedimiento oficial, debido a la indumentaria.Hermencia Vega García, madre de Diuviseldo Torres. Foto:Archivo ParticularEl clamor de una madreDurante más de veinte años, los familiares esperaron noticias. Hermencia se aferró a la esperanza. “Miraba las noticias y decía ‘en cualquier momento llega’, porque había personas que duraban hasta treinta años desaparecidas y luego aparecían”, repite con la voz quebrada.Pero recientemente, el Juzgado Cuarto Penal de Fusagasugá, en un fallo del 7 de abril de este año, estableció que Diuviseldo fue desaparecido por un grupo paramilitar que delinquía en la zona.Luis Fernando Gómez Flórez, alias Ferney, exintegrante de las Autodefensas Campesinas del Casanare (ACC), aceptó su responsabilidad en la desaparición de los cuatro campesinos. Hoy está recluido en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá.En el testimonio que Gómez rindió el 11 de octubre de 2022, señala que él fue encargado de las finanzas del grupo armado en Fusagasugá y afirmó haber recibido instrucciones para contactar al empresario Lucho Herrera. Dijo que el primer encuentro fue en la vía Las Palmas, en presencia de otros miembros de la organización armada ilegal: alias Cascarón, El Diablo, Drácula y Manuel.Herrera, según Gómez, se negó inicialmente a colaborar, por lo que se acordó una reunión en Meta con los jefes de las Autodefensas, Martín Llanos y Héctor.“Nos dijo que había que mandar a limpiar a unas personas que eran milicianas de la guerrilla, pero que cualquier cosa la habláramos con un señor llamado Rafael”, declaró Gómez.Días después, fue contactado por un hombre identificado como Rafael y se habría reunido con él y con Lucho Herrera en una finca de Silvania.“Me ofrece algo de beber, me da una botella de agua y me entrega dos sobres de manila. En uno había fotos de cuatro personas que teníamos que recoger, porque supuestamente eran milicianos de la guerrilla que lo iban a secuestrar; en el otro había $40.000.000 y nos dijo que eran para comprar pistolas y motocicletas”, relató.Gómez entregó esta información a alias Montana, jefe del grupo urbano de las ACC en Fusagasugá, quien coordinó el operativo con una célula llamada “La Especial”, al mando de alias Camargo. Para la retención, usaron indumentaria con insignias del extinto DAS.“Después se supo que estas personas no eran milicianos, sino campesinos que no quisieron venderle las tierras a Lucho Herrera, y por eso ordenó que los recogieran”, confesó Gómez.Hermencia Vega García, madre de Diuviseldo Torres. Foto:Daniel López/EL TIEMPO.Este testimonio contradice lo dicho por los familiares de Diuviseldo, quienes afirman que nunca recibieron una oferta por la finca ni tuvieron conflictos con Herrera, conocido por su carrera como ciclista.“Nunca Lucho Herrera nos ofreció comprarnos la finca. Toda la vida fuimos vecinos de él y vivíamos contentos al pie de ellos en un lote pequeño. Nos distinguían”, dijo Hermencia.El ciclista negó los señalamientos hechos por el ‘expara’. Señaló ser víctima de extorsiones y amenazas. De hecho, en marzo de 2000, fue secuestrado por las extintas Farc y liberado 24 horas después.”Tan pronto supe de la compulsa de copias, busqué la asesoría jurídica necesaria y me he puesto a disposición de la Fiscalía para brindar todas las explicaciones que correspondan conforme a la ley”, dijo Herrera en un corto comunicado.Las víctimas fueron trasladadas en una camioneta Hilux y posteriormente ejecutadas. Según otros testimonios, sus cuerpos fueron desmembrados y enterrados en una finca entre Novilleros y la vereda La Aguadita. Aún no han sido hallados.Finca donde creció Lucho Herrera. Foto:Archivo ParticularUna verdad incompletaLa Fiscalía ha usado las declaraciones de exintegrantes de las autodefensas para reconstruir los hechos y busca establecer la responsabilidad de particulares, incluida la presunta participación de Lucho Herrera, por la financiación y participación en los crímenes.La familia insiste en que las víctimas no tenían vínculos con grupos armados. Piden que se esclarezca la verdad completa y se localicen los cuerpos.En la condena de 22 años de prisión a Luis Fernando Gómez Flores, la juez tuvo en cuenta el testimonio que rindió uno de los comandantes del grupo, Héctor Díaz Gaitán, alias Camargo, declaró que el crimen fue solicitado por Cascarón, supuesto financiero de la estructura, por un conflicto relacionado con Herrera y Rafael.Asimismo, se incluyó la versión de Óscar Andrés Huertas Sarmiento, alias Menudencias, en su indagatoria del 26 de julio de 2018. “Hicimos dos fosas, dos huecos pequeños, como de 50×50 centímetros, a una profundidad de metro y medio”, contó.Luis Fernando Gómez Flórez reafirmó que el motivo real fue el interés de Herrera por las tierras vecinas a su finca. Según su testimonio, recibió sobres con fotos y dinero para ejecutar el crimen. Otros exparamilitares coincidieron en que las víctimas no eran guerrilleros, y que su negativa a vender sus tierras fue lo que motivó los crímenes.El CTI de la Fiscalía adelanta labores de investigación sobre el paradero de los restos de los desaparecidos que, al parecer, están en uno de los predios de Lucho Herrera.Hermencia Vega García sigue esperando una respuesta. Guarda las pocas pertenencias de su hijo como testimonio de su vida y de su ausencia. Pide justicia, y que los responsables respondan ante la ley.Juan Diego TorresDielas@eltiempo.com

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