El libro, cauce educativo y cultural por excelencia, es también un bien de consumo sobre el que se articula un mercado en expansión: los españoles cada vez leen más (sobre todo, mujeres y jóvenes) y la facturación del sector en el último decenio ha aumentado más de un 30%, según datos del gremio de editores, que publican más de 250 títulos al día. Sobre las causas y los efectos de esta ingente producción, tienen opiniones divergentes la directora editorial de Alfaguara y de la división literaria del Grupo Penguin Random House, Pilar Reyes, y el editor del sello Errata Naturae, Rubén Hernández. La abundancia en la cultura no es problemaPilar ReyesLutero, en sus Charlas de sobremesa, se quejaba de que “la multitud de libros es una calamidad”. Ya entonces, hace seis siglos, se insistía en que se publicaba demasiado. Es un lugar común en el ámbito de la industria editorial, como también lo fueron vaticinar la muerte del libro en papel tras la aparición del libro electrónico, la desaparición de las librerías con el auge de las grandes plataformas de comercio electrónico o la supuesta negativa de los jóvenes a leer, arrastrados por su ¡ay! fatídica adicción a las pantallas. Sin embargo, los datos muestran una realidad muy distinta.Según el informe de hábitos de lectura del Ministerio de Cultura de 2024, por primera vez el porcentaje de la población española que lee libros supera el 65%. Comparado con 2017, los lectores por ocio han aumentado 5,8 puntos porcentuales. El porcentaje de lectores frecuentes también crece: supera ya el 50%, lo que representa un aumento de 3,8 puntos en el mismo periodo. Pero el dato más alentador tiene que ver con los jóvenes —a quienes solemos imaginar atrapados en las redes sociales—: el 75,3% de los españoles de entre 14 y 24 años declara que lee libros en su tiempo libre. También crecen los hogares con niños menores de seis años donde se les lee en voz alta: un 78%, frente al 76% del año anterior.La revolución que iba a provocar internet en el mundo del libro no ha consistido tanto en la sustitución del formato (papel frente a pantalla), sino en una transformación profunda de los hábitos de consumo y de las formas de acceder a la lectura. El confinamiento de 2020, provocado por la pandemia, aceleró fuerzas ya en marcha, comprimiendo años de cambio en apenas unos meses. Muchas premisas que dábamos por inamovibles comenzaron a resquebrajarse. Esta situación puede resultar desestabilizadora, sí, pero también es una fuente de creatividad y renovación. Desde mi punto de vista, el aumento en la publicación de libros responde precisamente a esto último.Un primer hecho significativo es el aumento de las ventas en línea de libros físicos. Esto ha eliminado muchas de las limitaciones de espacio que imponía la oferta editorial tradicional y ha permitido no solo una mayor circulación de novedades, sino también que el fondo editorial permanezca accesible de forma continua. En España, este fenómeno, ya habitual en otros países, se ha producido sin menoscabo de las librerías. Por el contrario, las librerías se han fortalecido y consolidado como el actor más importante para garantizar la diversidad de la oferta y para dar voz a nuevos autores.Por otro lado, el ecosistema digital —y, en particular, las redes sociales— ha permitido que prácticamente cualquier libro tenga su escaparate. Antes, solo un pequeño porcentaje de lo publicado podía aspirar a ser visible mediante campañas de promoción y marketing que captaran, al menos por un momento, la atención de una comunidad lectora entre la abrumadora oferta de ocio. Hoy en día, el lector también es un irradiador activo: deja constancia de sus descubrimientos y entusiasmos en las redes sociales y los comparte con otros lectores afines, que a su vez funcionan como prescriptores. Sin duda, una de las razones por las que hoy se publica más es porque más libros tienen la posibilidad de ser leídos.En este contexto, el papel del editor como árbitro de lo que se debe leer ha cambiado radicalmente. Las redes sociales e internet, al facilitar el acceso directo a una enorme cantidad de contenidos, han transformado por completo la forma en que consumimos cultura escrita. La labor editorial actual consiste también en escuchar esas múltiples conversaciones y reflejarlas, con criterio profesional y selectivo, en catálogos que atiendan a los distintos lectores: desde los más exigentes hasta los más ocasionales. Los libros son, al mismo tiempo, reflejo e impulso de una cultura cambiante.En un mercado en expansión y en un país donde la lectura se está consolidando como práctica cotidiana, el crecimiento de la publicación editorial encuentra justificación. Que haya más libros no es un problema: la abundancia de oferta rara vez lo es en ningún sector, y mucho menos en el de la cultura.Pilar Reyes es directora editorial de Alfaguara y de la división literaria del Grupo Penguin Random House.La sobreproducción es un modelo de negocioRubén Hernández De los cerca de 90.000 libros publicados en España cada año, un tercio se devuelve a las tinieblas de los almacenes y probablemente se guillotina. Esto se llama sobreproducción. Pero debe entenderse con matices y en un contexto más amplio. En este sentido, Karl Marx ya demostró en El capital que la sobreproducción es un fenómeno consustancial al capitalismo, y que se hace más presente en épocas, como la nuestra, con un crecimiento desbocado de las desigualdades económicas, donde las clases ricas se hacen obscenamente ricas y las clases medias y pobres se precarizan cada día más. Y si la inmensa mayoría de la sociedad vive con menos dinero, compra menos libros: el infraconsumo y la sobreproducción son dos caras de la misma moneda. Preguntémonos: ¿cuáles son los países europeos con mejor calidad de vida según el prestigioso Índice de Progreso Social AlTi Global? Noruega y Dinamarca. ¿Y cuáles son los países europeos con mayores índices de lectura según Eurostat? Noruega y Dinamarca. La lucha contra la sobreproducción editorial es por tanto una lucha social. Sin embargo, si queremos enfangarnos en el problema concreto de la sobreproducción de libros en España, lo primero sería preguntarse: ¿quién produce? Según la Federación del Gremio de Editores, tres de cada cuatro libros son de los grandes grupos. Buena pista para empezar a rastrear la sobreproducción… Pero no se trata sólo de estadísticas, sino de estrategias. Hace poco, un buen amigo, excelente editor en un gran grupo, me contaba esto: actualmente él edita 14 títulos al año, con la lengua fuera y perdiéndose muchas horas de la infancia de su hijo. Pues resulta que acaban de comunicarle desde arriba que el año que viene deberá editar 27. Ya imaginarán cómo va a hacerlo… Y no se trata de un caso aislado. El problema de fondo es que, al parecer, las ventas por título se están desplomando para los grandes grupos (entre otras cosas, porque los lectores menos exigentes y fieles pasan cada vez más tiempo frente a todo tipo de pantallas). De modo que parecen estar implementando una estrategia de casino: publicar más libros, apostar a más números en la ruleta y confiar en que alguno toque.Ahora bien, la sobreproducción va más allá de los grandes grupos. De hecho, se aloja en el corazón mismo del ecosistema del libro, que conviene conocer. El autor escribe un libro, el editor lo publica con un precio, por ejemplo, de 10 euros y se lo hace llegar al distribuidor, que se lo vende al librero. Éste lo compra con un descuento cercano al 35%, a partir del cual obtiene su beneficio, y paga por él 6,5 euros al distribuidor, que se queda 2 euros y le paga los 4,5 restantes al editor, quien abona su parte al autor. Todos sufragan sus gastos y buscan un beneficio. ¿Y qué ocurre con ese libro de cada tres que no se vende? El librero lo devuelve y reclama al distribuidor sus 6,5 euros, que éste no le paga, sino que le ofrece un crédito. A su vez, el distribuidor le reclama al editor sus 4,5 euros, que éste no le paga, por lo que contrae una deuda. Y para reembolsarla, el editor no tiene más remedio que invertir los 4,5 euros que ha ganado (pero que debe) en otro libro que, tras llegar al librero, activa su crédito, al tiempo que el distribuidor ingresa otros 2 euros. Así, una de cada tres veces que se publica un libro, el editor y el librero reciben deudas o créditos. El distribuidor, sin embargo, atesora siempre capital real. Simplificando un poco, podríamos decir que para el librero y el editor es fundamental la venta; para el distribuidor es fundamental el flujo. ¿Esto hace de los distribuidores los malos de la película? Ni mucho menos. Pero pareciera que su modelo de negocio (al igual que el de los grandes grupos) sea proclive a aumentar el flujo, y con éste, la sobreproducción. ¿La solución? Por supuesto, no se trata, a secas, de publicar menos libros, sino de aumentar las comunidades lectoras con medidas económicas, educativas y culturales que hagan frente a las exigencias neoliberales que empantanan todo el sector. En definitiva, algo así como hacernos noruegos o daneses. Rubén Hernández es editor del sello Errata Naturae.

El debate | ¿Se publican demasiados libros en España? | Opinión
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