Son las 8:30 de la mañana en el Instituto Público de Educación Secundaria Cartima, en el municipio malagueño de Cártama. La profesora Patricia Sánchez Villena recorre el pasillo; entra en varias aulas de primero de la ESO y pide a algunos estudiantes que la acompañen. El grupo crece mientras avanza. Nadie sabe qué ocurre. Comienzan a tramarse posibles explicaciones. La profesora sonríe al escuchar los comentarios. Prefiere guardar silencio hasta llegar a la biblioteca. A través de las cristaleras, se adivinan siete grupos de mesas ocupadas por jóvenes y adultos desconocidos para el alumnado.Entonces les lanza una pregunta: “¿Por qué creéis que os he sacado de clase y he pedido que me acompañéis?”. Uno de ellos, entre risas nerviosas, confiesa sentirse como un “tributo” en Los Juegos del Hambre. La perplejidad crece. Para la profesora, todo va según lo previsto. Este desconcierto estaba calculado, se podía asumir: los estudiantes del Cartima ya han vivido situaciones que interrumpen la rutina.La intención era situarlos en un aula ajena, entre desconocidos. Se trataba de experimentar en primera persona, aunque solo por unas horas, lo que viven sus compañeros menores migrantes no acompañados: estar en minoría, sin aviso previo, sin pertenencias, sin rostros familiares. Percibir la fragilidad de quien llega desde otros lugares, con lenguas y costumbres distintas.La fuerza educativa de la hospitalidad.IES Cartima (Málaga)Esta fue la propuesta pedagógica concebida por el profesorado, junto a familias y agentes sociales del municipio, para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, el 21 de marzo de 2025. Una experiencia que no solo se recuerda: se atraviesa.Una silla, otra aula: el valor de sentirse extraño para aprender a acogerLa acción encierra un valor educativo profundo, imprescindible en cualquier institución escolar, por ser responsable de fomentar la aceptación del otro, construir empatía y dignificar a los colectivos más vulnerables. Esta propuesta se suma a una trayectoria ya consolidada en el IES Cartima, donde se promueve la cultura del cuidado, la inclusión y la participación.“Asumir la inclusión como principio implica estar dispuestos a acoger y facilitar la integración de quienes vienen de otros países. Si hay un ámbito en el que la pedagogía del ejemplo es relevante, es el de los valores. La humanidad con la que tratamos a quienes más ayuda necesitan se enseña mucho mejor cuando el alumnado y toda la comunidad educativa son testigos de las acciones, del trato, del cuidado”, subraya José María Ruíz, director del instituto.En contraposición persisten el miedo, la desconfianza y la falta de solidaridad, alimentados por discursos sociales y mediáticos que los presentan como inevitables. Son miradas que fragmentan, que niegan el encuentro.Deconstruir esta narrativa no es tarea individual, sino colectiva. Hoy, las instituciones democráticas —entre ellas, la escuela— necesitan forjar horizontes compartidos, reconstruir vínculos desde la confianza, el cuidado y la corresponsabilidad: ir más allá del miedo y reconstruir la escuela desde lo común. Muchos docentes y comunidades lo están intentando. En sus gestos cotidianos emergen otras formas de educar, más humanas y más justas. Sostienen acciones de dignificación de las personas y sus culturas, basadas en vínculos de cuidado y escucha.Construir empatía y dignificar a los colectivos más vulnerables.IES Cartima (Málaga)Patricia Sánchez, profesora de Biología y Geología y de Apoyo de Español para migrantes, sensibilizada por las condiciones de vida de los menores inmigrantes no acompañados y consciente de los recelos que despiertan, propuso redistribuir durante una jornada a los 140 estudiantes de primero de ESO —entre quienes conviven cuatro menores migrantes no acompañados— por todas las aulas del instituto. El propósito era que vivieran la extrañeza y la soledad de sentirse minoría en un entorno desconocido. Sin previo aviso, se les comunicaría que debían abandonar su aula, solo con su silla, y trasladarse a otras aulas, a otros espacios del centro.La idea necesitaba trabajarse colectivamente. Había que transformarla en un proyecto compartido: una decisión institucional construida desde las estructuras del centro y con la implicación de otros agentes educativos. El paso inicial fue hablar con el director. La actuación no era sencilla y la profesora temía escuchar: “Baja un poco los pies al suelo”.Para su sorpresa, escuchó una propuesta aún más compleja, pero pedagógicamente más testimonial y prometedora: que la inmersión no se limitara a los menores migrantes del instituto —fueran acompañados o no—, sino que se abriera a todos los jóvenes migrantes del Centro de Protección de Menores ANIDE XIII, del municipio de Cártama. Compartirían aula y conversación. Cada uno en su lengua materna. Él mismo se ofreció a contactar con la directora del centro de protección e invitar a todos sus residentes a una jornada de convivencia en el instituto. “En apenas quince minutos veo nacer una idea que me parece genial”, recuerda Patricia Sánchez. “Nunca imaginé lo que aquella jornada iba a significar para todos”.Aprendiendo a acoger.IES Cartima (Málaga)Del miedo al encuentro: la fuerza educativa de la hospitalidadLa jornada de convivencia organizada por el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial surge en este contexto, enmarcada en la trayectoria del IES Cartima en defensa de los Derechos Humanos. El miércoles 19 de marzo de 2025, a las 13:00 horas, se reunieron en la biblioteca del instituto los diecisiete jóvenes del centro ANIDE XIII, acompañados por Sabah El Masskine, mediadora; Susana Persson, presidenta del AMPA; Rubén Darío Correa, coordinador de la Línea Amarilla de la cooperativa COMUNDO, y Patricia Sánchez. Durante dos horas trabajaron el programa del día siguiente y el papel que desempeñaría el alumnado participante, sin perder de vista el sentido profundo del encuentro: crear un espacio donde los estudiantes locales pudieran conocer, de cerca, la realidad de los menores migrantes, con sus mismas inquietudes y capacidad para aprender. Al día siguiente, quedaron todos a las 8:30 en la biblioteca. Siguiendo el programa acordado, durante la primera hora y media se formaron siete grupos cooperativos, distribuidos por países e idiomas: dos de Marruecos, en árabe; uno de Guinea, en fula; otro de Gambia, en mandinga; uno de Senegal, en wólof; otro de Ghana, en inglés y dagaati; y uno más de Malí, en francés y bambara. Cada equipo, formado por dos o tres jóvenes migrantes y un estudiante local, debía elaborar un mural o un tríptico sobre la cultura, las tradiciones, la gastronomía, la música, los juegos o los deportes propios de cada país. Para comunicarse debían utilizar, en la medida de lo posible, el idioma oficial del país correspondiente.Cada equipo, formado por dos o tres jóvenes migrantes y un estudiante local, debía elaborar un mural o un tríptico.IES Cartima (Málaga)La jornada contó con el acompañamiento de adultos voluntarios del AMPA ‘El Nogal’, que forman parte del grupo de ‘familias colaboradoras’, un colectivo que apoya a estos jóvenes incorporándolos en sus actividades familiares de tiempo libre. También estuvieron presentes y colaboraron activamente Sabah El Masskine, Rubén Darío Correa, José María Ruiz, Carmen García (profesora de Educación Plástica y Visual), Tania Campillo (profesora de Música), Patricia Carrasco (profesora de Biología y Geología) y Patricia Sánchez.Sobre las mesas de cada grupo había tarjetas de presentación con el nombre, el país de origen y lengua materna de cada participante; un banderín identificativo y el idioma correspondiente; folios, material de oficina (rotuladores de colores, tijeras, pegamento, marcador negro grueso), una cartulina blanca por mesa, fotografías a color y ordenadores con acceso a internet.Los murales fueron expuestos y siguen visibles en el pasillo que conduce al patio, frente a la biblioteca. Del miedo al encuentro.IES Cartima (Málaga)Percusión y palabra: la emoción de compartirDe 10:00 a 11:30 tuvo lugar un taller de instrumentos africanos en el aula de música. Patricia Sánchez contactó con el músico Chardin Petit López, percusionista especializado en música afro de diversas latitudes y apasionado de instrumentos como el djembé, la tumbadora y todo lo que lleve rítmica en cruz. Los gastos fueron asumidos por el AMPA. Chardin trajo consigo instrumentos característicos de los países de origen de los jóvenes migrantes. Al verlos, muchos se lazaron a cogerlos y tocarlos con una soltura natural que sorprendió al resto del alumnado. “Me quedo con un momento: la cara de estos chicos cuando entran en esa aula de música y reconocen instrumentos típicos de su país”, recuerda Susana Persson, presidenta del AMPA. El taller fue todo un éxito. Incluso un grupo de primero de ESO, que tenía clase de Educación Física en el patio, escuchó la música que salía por las ventanas y, junto a su profesor, pidió unirse. En ese instante, estábamos disfrutando de un concierto de rap a cargo de uno de los chicos de Guinea.La energía fue tal que decidieron trasladar la actuación al patio durante la media hora del recreo. Surgieron espontáneamente otros cantantes. Patricia Sánchez lo resume como “un recreo muy especial”. Lo cuenta así: “Verlos compartir la percusión como si llevaran días ensayando, y vivir ese ambiente festivo, en el que disfrutar de la música era lo que importaba por encima de etnias, idiomas y prejuicios. Fue inolvidable. Creo que muchos de los presentes logramos abstraernos, por unos minutos, de nuestros problemas cotidianos.” La emoción de compartirIES Cartima (Málag)“Se formó un corro enorme —relata Susana Persson —. Fue muy emocionante vivirlo. Hicieron flamenco de raíces marroquíes. Es que fueron muchas canciones; fue una media hora de recreo realmente especial. Hubo palmas, y hasta quien se animó con un rap en francés”.La inclusión no se justifica solo por ser distinto o por haberlo pasado mal, sino porque se es persona, y como tal, portadora de una cultura valiosa de la que aprender, argumenta uno de los jóvenes migrantes. Una asamblea con historiasLa jornada concluyó con una asamblea, organizada como una mesa redonda, en la que participaron los grupos cooperativos formados durante la mañana, junto a personas adultas del entorno educativo y estudiantes de tres de los cinco grupos de primero de ESO —alrededor de noventa jóvenes; la biblioteca no daba para más—. A lo largo del encuentro, algunos docentes se sumaron, aprovechando los cambios de clase. Uno de los jóvenes migrantes y Sabah actuaron de intérpretes para aquellos menores con un nivel bajo de español.Se abordaron diversos temas, como las emociones vividas durante la jornada o si sentían que el instituto les ayudaba a formar parte de nuevas realidades y relaciones. Algunos menores, estudiantes del centro, se animaron a relatar su historia. Uno de ellos, que llevaba un par de semanas preparando su texto, lo leyó en voz alta. Agradecía el acompañamiento recibido en casa y en el instituto, y relató, con brevedad, su travesía hasta llegar a España. Otro compañero prefirió que uno de los estudiantes españoles leyera su texto, en el que hablaba de la suerte de tener cerca a las familias.“Hubo dos momentos que se me quedaron grabados”, recuerda Susana Persson. “Primero, cuando uno de los menores inmigrantes leyó su relato: se nos encogió el alma. Ahí los clínex y las lágrimas fueron inevitables. Esa madre, once días esperando a que su hijo le llamara por teléfono para decirle que estaba vivo… Después, cuando un alumno del Cartima, al ver que su compañero no se atrevía a leer, se ofreció: ‘¿Quieres que te la lea yo?’. No se conocían, pero leyó en voz alta las palabras de ese otro chico. Fue muy emotivo. Se intercambiaron teléfonos y redes. Me consta que se están viendo incluso fuera del centro. Fue mágico”.Mirar sin prejuicios: desmontar el miedo con diálogoEn la parte final de la jornada se abrió un espacio para el diálogo colectivo. Sabah El Masskine compartió la realidad de los menores migrantes fuera del horario escolar. Rubén Darío Correa recordó que la migración es parte de nuestra historia: es un derecho, no un delito. Y transmitió su confianza en las nuevas generaciones.La migración es parte de nuestra historia.IES Cartima (Málaga)José María Ruiz propició un diálogo con el alumnado en torno al prejuicio que asocia migración y delincuencia. Otros estudiantes, de orígenes diversos, se animaron a contar cómo fue su incorporación a la vida del centro y la relación que mantienen con sus compañeros. La atmósfera de la asamblea respiraba empatía y escucha. “Hablamos de por qué no consideramos inmigrante a un alto ejecutivo sueco de una empresa del Parque Tecnológico de Málaga (que está a quince minutos de nuestro centro) y por qué no despiertan rechazo”, comenta el director.“Fue una mañana que, por supuesto, repetiría. De hecho, tenemos una invitación abierta por parte del centro de menores para que sean ellos los anfitriones de alguna actividad; estamos deseando hacerla”, comenta la presidenta del AMPA. Como gesto de cierre, y por cortesía de Sabah El Masskine, se ofrecieron delicias árabes tradicionales del Ramadán.“La experiencia dejó una huella que, estoy segura, permanece en muchos de ellos. Al menos con los que he hablado más directamente. Se llevaron algo importante: que somos personas con historias distintas, pero con necesidades similares. Que no hay que tenerles miedo, que también era el objetivo principal, que los conocieran y se les quitara ese temor”, afirma Patricia Sánchez. Y añade: “Me fascina ver lo maduros que son para su corta vida. No es común encontrar, entre nosotros, chicos menores que tengan tan presente en sus planes de futuro ayudar a sus familias. Salvo alguna excepción, todos ellos tienen claro que lo primero que van a hacer al terminar este curso es buscarse un oficio para ayudar a sus madres. Me emociona cada vez que hablo con ellos de estos temas.”

El día en que los estudiantes cambiaron de aula… y de mirada | Escuelas en Red
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