Y el rancho del horror abrió sus puertas. El Auschwitz mexicano, como se le ha dado en llamar, es un recinto en medio de cultivos segados de caña de azúcar al que se accede por un portón negro de hierro con agujeros de bala. Adentro hay ya poca cosa, un secarral con cuatro palmeras llenas de polvo, sucios cuartos de baño y tres cobertizos techados con lámina. El día 5 de marzo, cuando un colectivo de personas que buscan a sus familiares desaparecidos entró sin llamar, descubrió restos óseos humanos e indicios de incineraciones, cientos de prendas de ropa, objetos de aseo y hasta juguetes. Pero la imagen que ha causado conmoción y llevado el imaginario colectivo hasta los nazis ha sido la pila de zapatos sin dueño que se halló. Se trata de uno de esos campos de adiestramiento que usa el crimen organizado para sumar jóvenes a su causa. Se conoce también que son sometidos a las prácticas más crueles para que pierdan el miedo a usar los cuchillos y las pistolas, incluso matarse entre ellos. Muchos de los miles de desaparecidos que se cuentan en México pasaron por las garras de narco. Y ya no se sabe si están vivos o muertos.Vista panorámica del interior del rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, el día 20 de marzo de 2025. Hector GuerreroLa fiscalía del Estado de Jalisco, permitió el ingreso de medios de comunicación y colectivos de buscadores al rancho, en donde en días pasados fueron encontrados cientos de ropas, zapatos y objetos personales.Hector GuerreroEl rancho permanece bajo la custodia de la fiscalía del Estado. Hector GuerreroLa visita al campo de adiestramiento del crimen organizado descubierto en Teuchitlán, ha dejado la inconformidad de los colectivos de buscadoras, que no han hallado nada de lo que esperaban.Hector GuerreroPersonal de la fiscalía del Estado permanece haciendo trabajos periciales en el rancho. Sin embargo, hasta el momento no se ha confirmado alguna cifra o dato oficial respecto a los hallazgos de la semana pasada. Hector GuerreroUn policía estatal hace guardia en una de las brechas aledañas al rancho Izaguirre. Hector GuerreroVista de una de las pequeñas construcciones al interior del rancho. Hector GuerreroAunque no hay información fiable, la experiencia muestra un campo de adiestramiento de muchachos para servir al crimen organizado. Hector GuerreroEl Ejército mexicano mantiene una presencia constante en las inmediaciones del rancho. Hector GuerreroUna cinta de seguridad en el terreno central del rancho. Hector GuerreroPor el suelo de uno de los locales techados aún hay rudimentarias pesas de latas y cemento para sacar músculo. La Fiscalía General está asumiendo el caso, pero aún no se sabe nada de los muchachos que pudieron pasar por ahí, ni quiénes ni cuántos eran los dueños de las prendas que se hallaron en el rancho, ni mucho menos qué ha sido de ellos.Hector GuerreroUna pequeña construcción acondicionada como cocina al interior del rancho. Hector GuerreroVista de la tierra removida en los terrenos del rancho. Hector GuerreroUn grupo de padres y madres buscadores entraron al rancho el 5 de marzo pasado. Era accesible a cualquiera, pero ellas llevaban la protección de la Guardia Nacional porque siempre se mueven en terreno peligroso. Hector GuerreroA lo largo del rancho se han colocado banderolas que indican los posibles lugares con rastros de restos humanos. Hector GuerreroUn elemento de la fiscalía hace guardia al interior del rancho. Hector GuerreroEl escándalo ha sido tal que la presidenta Claudia Sheinbaum ha optado por enfrentarlo de cara y ha anunciado medidas integrales para poner orden entre las fiscalías estatales y la federal.Hector GuerreroCon toda la cadena de seguridad de las pruebas alterada, el debate público se centra ahora en la impunidad, de nuevo, en que puede quedar este caso, que ahora va a comandar la Fiscalía General.Hector GuerreroA la visita acudieron este jueves algunos colectivos de buscadoras, del mismo Jalisco, donde se encuentra el rancho Izaguirre, o de otros Estados. Se oyeron llantos desvanecidos por la impresión, pero sobre todo cundió la desesperanza porque ya no había pruebas allí adentro. “¿Para qué nos han traído aquí?”, se preguntaban. “Esto es una burla”, decían. “La única verdad es que no les importan los desaparecidos”, declaraban a la prensa, que también accedió a la finca por primera vez. La Fiscalía de Jalisco, a instancias de la federal, fletó siete autobuses y trasladó allí a decenas de periodistas que se agolparon a las puertas a empujones bajo un calor de desmayo y una polvareda que se masticaba. Dentro, los buscadores removían con los pies el suelo terrizo y aún salieron algunos calcetines, una mochila azul de Adidas, un rastrillo de afeitar de mango dorado, algunos cepillos de dientes. “Así es como buscan las pistas”, criticaba con ironía uno de ellos ante varios micrófonos.Al mazazo por el macabro hallazgo el 5 de marzo ha seguido el estupor por el trabajo chapucero de la Fiscalía estatal de Jalisco, que entró en el rancho el pasado septiembre y detuvo a 10 personas, rescató a dos y sacó de allí un cadáver. Y poco más. El recinto quedó supuestamente precintado, pero hasta dos vehículos han robado allí en los meses que siguieron a aquella operación. Estaba prácticamente abandonado. Poco o nada se sabe de los supervivientes, no se tomaron las declaraciones oportunas, ni las huellas dactilares, ni siquiera se preguntaron por la propiedad del rancho, a pocos kilómetros de Guadalajara, una de las capitales más prósperas de México. Todo lo ha denunciado públicamente el fiscal general, Alejandro Gertz Manero. Tal desidia se explica en México por el miedo al crimen organizado o por estar conchabados con él y estos descalabros con las autoridades policiales son comunes por todas partes. La Fiscalía General se ha hecho cargo del caso, se han sacado todas las ropas, zapatos y objetos y se han mostrado al público por si algún familiar reconoce las prendas de sus desaparecidos. Pero el enfado con la investigación estatal es desmesurado. Tantas pistas desperdiciadas. La finca está ahora completamente horadada, porque han hecho calas en el suelo para buscar pistas. En algunos de esos agujeros, una banderola roja indica que hay “positivos”. En ciertos rincones hay montículos cenicientos.Banderolas colocadas en los sitios donde se están buscando restos humanos. Hector GuerreroEl rancho se ha abierto al público, pero la información es escasa o nula. ¿Cuántos muchachos y muchachas pasaron por allí, en cuánto tiempo, sobrevivieron, de quiénes son esos huesos hallados, qué ocurrió exactamente allí y desde cuándo? No hay nada que contar mientras la Fiscalía hace su trabajo, pero ya han avisado del desastre de quienes tuvieron que recabar las pruebas, y las buscadoras temen que, una vez más, se tiren la patata caliente unos a otros y el asunto se cierre sin resultados. Se da por hecho que el campo de atroz adiestramiento estaba en manos del Cartel Jalisco Nueva Generación, que gobierna la zona, pero ni eso es seguro.En el suelo sin enlosar de uno de los pabellones descansan unas rudimentarias pesas para hacer músculo, que en realidad son dos latas oxidadas llenas de cemento y hay otros hierros en la pared que también parecen destinados a ejercicios físicos. “Los quieren fuertes”, dice una mujer buscadora, en referencia a los reclutamientos forzados del crimen. A su lado, una joven con la clásica camiseta que lleva la imagen de su desaparecido, no encuentra consuelo, sentada en los adoquines se echa en brazos de sus amigas del colectivo.La zona en la que aparentemente entrenaban los reclutados. Hector GuerreroEn México se cuentan 124.000 desaparecidos en las listas oficiales desde hace unas décadas. Los más antiguos eran presa del propio Estado, en lo que se conoció como la Guerra Sucia, cuando los militares y las policías desaparecían a los desafectos del régimen. Los de ahora son responsabilidad del crimen organizado. Unos entran voluntariamente a sus filas; otros son secuestrados cada día en los barrios, en las calles, en las carreteras y nunca más les vuelven a ver. Algunos estarán muertos, pero otros quizá pasaron el terrible aprendizaje en uno de estos campos para matar y se han convertido en criminales. A todos les buscan sus madres.

El horror de Teuchitlán abre sus puertas: “La única verdad es que no les importan los desaparecidos”
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