Al visitante de ciudades monumentales hay que ponérselo fácil para que pise campo, para que después de una catedral o un palacio se adentre en la naturaleza. El entorno de Ciudad Rodrigo (Salamanca) es propicio para dar los primeros pasos fuera del asfalto o para consolidar una afición iniciada en otro destino. A 40 minutos en coche se encuentra el parque natural de los Arribes del Duero, en la frontera con Portugal, un sitio fuera del radar. Una caminata asequible sirve para asomarse desde la altura al Águeda, un río en estado salvaje sobre el que vuelan buitres en busca de carroña. Más cerca de la ciudad, a 15 minutos, se ubica el yacimiento arqueológico de Siega Verde. Al aire libre también, pero a ras de agua esta vez, alberga pinturas de caballos y cérvidos en la roca de hace 15.000 años. Sin perder de vista el Águeda, desde la terraza del parador de Ciudad Rodrigo, se observan las estrellas con ayuda de un telescopio y dos expertos en astronomía. En el núcleo urbano uno vuelve a sentirse en la naturaleza.Dentro del parador
Una torre del homenaje de 17 metros de lado
El parador de Ciudad Rodrigo se ubica en el castillo de Enrique II de Trastámara, una fortaleza del siglo XIV. Inaugurado en 1931, es el cuarto hotel más antiguo de la red. Cuenta con 34 habitaciones, dos de ellas ubicadas en torreones circulares. La torre del homenaje alberga dos salones. Está adosado a la muralla de 2,5 kilómetros que rodea esta ciudad de 11.846 habitantes. La frontera con Portugal queda a 30 kilómetros.
Un observatorio a Campo Charro
El hotel se ubica en un escarpe sobre el río Águeda. La terraza del parador está operativa cuando hace buen tiempo. En invierno, cuando sale el sol, funciona como un balcón donde tomar el aire y contemplar el río. El 80% de los clientes son nacionales. Algunos franceses e ingleses lo utilizan como parada en su camino hacia Portugal, donde tienen una segunda residencia.
Mientras le dan la habitación
Un tapiz francés del siglo XVII en el que aparece la diosa Cibeles decora la recepción de este hotel que permanece abierto todo el año. Lo acompaña una talla de un rey castellano del siglo XVIII. Reformado varias veces, siempre se le ha dado preponderancia a la piedra original. Está especializado en cenas tematizadas en las que se sirven menús prehistóricos, medievales o del Renacimiento, la época de mayor riqueza de la ciudad.
Devoción al cerdo
Una puerta translúcida separa el restaurante de la cafetería. La carta de ambos espacios cuenta con platos regionales. El farinato, un embutido elaborado con manteca de cerdo y anís, se sirve con huevos fritos y patatas. También ofrecen arroz caldoso de tamboril, una receta portuguesa con rape y langostinos, secreto ibérico o jamón de Guijuelo.
La capilla de Cerralbo
Vista a esta iglesia herreriana obra de Juan de Valencia en el siglo XVI. El parador cuenta con una semimuralla almenada que se puede recorrer. Si se suben unos escalones muy pronunciados -impedían un ataque rápido del enemigo- se llega a dos salones, el Alcázar y el Imperial, en los que se celebran reuniones de empresa y eventos. La visita al parador es una excursión en sí misma.
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Ciudad Rodrigo tiene las dos cosas, monte y monumentos. El parador se ubica en una fortaleza del siglo XIV, incrustada a su vez en una muralla de 2,5 kilómetros que rodea esta población que capituló en 1810, en la Guerra de Independencia, para ser liberada dos años más tarde por Wellington, por los ingleses. Un lugar estratégico, Portugal queda a 30 kilómetros. Lucía Miguel de Corral es la directora del hotel y cada mañana lo enseña ella misma como si fuera su casa. “La visita es un regalo para los clientes”, cuenta mientras sube la torre del homenaje. Si no se lo impide una reunión o un viaje, Miguel de Corral recorre a diario el castillo con todos los que se presenten en la recepción. “Hay clientes que me cuentan cosas, enriquecen la visita”, dice con orgullo y modestia, aunque se lo sabe todo de la fortaleza y de las obras de arte que la decoran.—¿Qué buscan los que se alojan en este parador?—Dormir en un castillo. Y asistir a una cena temática. Estas cenas no las hace nadie. Revivimos el pasado.Cuando los clientes ya están sentados, Ramón Montes, un doctor en Arqueología y Prehistoria, explica qué se comía en según qué época, qué cazaban o pescaban entonces; incluso lleva unas piedras para mostrar cómo cortaban la carne. Si toca la prehistoria, el menú se compone de ensalada de berros con codorniz macerada, trucha al humo, champiñón con tomillo, ciervo asado con castañas. Lo que había. Otros días es una cena medieval o napoleónica o renacentista, la época boyante de Ciudad Rodrigo, de la que guardan recuerdo los visitables palacio de los Águila o la casa del marqués de Cerralbo.Naturaleza para los Sentidos
Actividades culturales, turismo sostenible, dinamización de la zona… Cómo sacarle el máximo partido al entorno del parador de Ciudad Rodrigo
Tras las lluvias de marzo, los próximos meses serán un buen momento para ir al campo, el río llevará mucha agua. Mucha riqueza. El acceso al parque natural de los Arribes del Duero es sencillo, los caminos por los que se transita con el coche son amplios y firmes, se aparca con facilidad; la seguridad se valora. La visita a pie se puede realizar por cuenta propia, pero uno conecta más con el terreno si se hace de la mano de Carolina Martín, bióloga nacida en Valladolid y asentada en un pueblito del norte de Salamanca desde hace 15 años.El mirador del Molinillo, en el parque natural de Arribes del Duero. El río Águeda ejerce de frontera natural entre Salamanca y el distrito de Guarda (Portugal).Emilio FraileSe parte de una penillanura a 700 metros de altitud para ir descendiendo hacia el cañón fluvial en el que se encajona el Águeda. Desde el mirador del Molinillo se ven más aves con las alas extendidas que senderistas con bastones: “No es muy conocido”, asegura sobre este bosque mediterráneo en altura. “Mi obsesión es darle valor”, dice Martín, que adapta la actividad al cliente. Todos tienen cabida: los mayores que cuentan los pasos, los que descansan en los bancos de las iglesias, las familias que celebran cumpleaños en los parques, los jóvenes que preguntan por dónde se sale, los que se visten de montañeros, los que lo son. A veces se necesita que alguien te lleve a Nueva York o a los Arribes, un impulso.Martín tiene conversación para rato. Les cuenta que el buitre come caballos y jabalíes muertos, que el río ejerce de frontera natural, les habla de los olivos y los almendros, del pasado celta, de las chozas de cabreros y las construcciones en piedra seca. “Al final acabamos hablando de todo”, asegura. “A la gente le interesa mucho cómo vivimos, cómo resistimos a la dureza del sitio”, dice. La fantasía de trasladarse al medio rural sigue alimentándose en los bares de las grandes capitales.Y ella vive bien en Monleras, un pueblo de 245 habitantes a una hora de Ciudad Rodrigo, aunque advierte: “La parte dura no te la quita nadie”. El invierno es invierno y el verano abrasa. No hay cine, no hay riders que te lleven comida a domicilio, avisa. “Pero a mí me compensa. La gente solo ve lo bucólico, piensan que debe ser una maravilla todo”, cuenta. Y es así para los que se acercan unas horas, para los que están de vacaciones, alucinan con el paisaje, con la soledad deseada al aire libre. Y no se cansan.Una guía señala una pintura equina piqueteada en la roca, en el yacimiento de arte rupestre al aire libre de Siega Verde.Emilio FraileTras la caminata por los Arribes, queda fuelle para una visita guiada a Siega Verde. Alejandro Fonseca es el coordinador de este yacimiento de arte rupestre. Lo primero, el entorno. Otra vez el Águeda, ahora en la orilla. Si no hubiera nada más ya resultaría emocionante. El ánimo mejora al lado de un río vivo, con el puente de la Unión que lo salva, el sol de invierno, la piel se calienta. Fonseca va conduciendo al visitante de roca en roca, de panel en panel, para que contemplen las pinturas rupestres de caballos, uros (el antepasado del toro), cánidos, cérvidos. “No es lo que cazaban”, dice el experto. “Cazaban aves y pescaban”, detalla.
Lucía, Montserrat y María recomiendan
Almeida, ya en Portugal, pero solo a media hora en coche, es un pueblo hermanado con Ciudad Rodrigo por la guerra de la Independencia. Cuenta con una fortificación en estrella y mucho que visitar: las puertas dobles de San Francisco, el museo histórico militar, el Picadero del Rey…
Lucía Moreno
Jefa de Recepción 10 años en Paradores
En Morasverdes, a 20 minutos de Ciudad Rodrigo, se encuentra la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Organizan talleres y cuentan con una exposición permanente centrada en la relación entre el arte y la naturaleza como forma de dinamización del medio rural. Es gratuita.
Montserrat Narros
Gobernanta 25 años en Paradores
Caminando desde el parador, en 10 minutos llegas a la Pesquera, un paraje al lado del río. Hay mesas de piedra a modo de merendero, un arenero para que jueguen los niños y zonas para bañarse con el buen tiempo. Hay quien va a pasear o a correr, o incluso se puede hacer piragüismo y avistar aves.
María del Coro García
Camarera de pisos 27 años en Paradores
Los dibujos están impresos en la piedra con la técnica del piqueteado de contorno. Con un canto rodado del río golpeaban un objeto punzante para ir trazando el relieve de las figuras animales (448 en total). “Este descubrimiento cambió el paradigma del arte rupestre. Antes se pensaba que solo existía en cuevas”, cuenta. A diferencia de Altamira u otros yacimientos, la luz y las bacterias expelidas al respirar muy cerca no dañan las pinturas. En Siega Verde puedes aproximarte (no hace falta tocarlas, el guía no lo hace), pero no es una recreación, ni hay un metacrilato que las proteja. Cierto que el lugar está vallado, antes se podía pastorear, la gente de la zona iba al río a bañarse, a merendar. Las visitas ahora son acompañadas. “Involucramos a la población de otra manera”, cuenta Fonseca. Dan charlas por los pueblos, organizan conciertos, visitas nocturnas en verano. Para que el sitio siga sintiéndose de todos.El gótico-plateresco palacio de los Ávila y Tiedra, también conocido como de Montarco, del siglo XV, se ubica en la plaza del Conde.Emilio FraileFalta todavía un paseo, el que transcurre por los 2,5 kilómetros de la muralla de Ciudad Rodrigo. Se suma Verónica Marcos, guía turística con 13 años de experiencia. Junto con otras dos compañeras se reparten los grupos. “Antes había quien paraba a dormir y no visitaban la ciudad. Los comercios cierran el domingo. Pero cada vez viene más gente y los hay que repiten”, dice. El turismo de naturaleza y patrimonial no hace tanto que ha llegado a algunos lugares. Salamanca capital pesa mucho, normal.Marcos enumera todo lo que tiene Ciudad Rodrigo: el parador, la muralla, los palacios, una catedral de estilo románico con transición al gótico y 20 casas nobles, entre las que destaca la de los Vázquez, del XVI, sede de Correos desde 1944, que cuenta con un balcón achaflanado y un artesonado en el zaguán. La casa municipal de cultura, ubicada en el palacio de los Cornejo, acoge 42 grabados de Goya dentro de la serie Los desastres de la Guerra. Munición para los que primero se deciden por el arte y los monumentos y luego caen rendidos ante la naturaleza.Castilla y León, en 15 paradores
CRÉDITOS:Redacción y guion: Mariano AhijadoCoordinación editorial: Francis PacháFotografía: Emilio FraileDesarrollo: Rodolfo MataDiseño: Juan SánchezCoordinación de diseño: Adolfo Domenech