Hay un dicho que dice “A Soria entras llorando y te vas llorado”, porque atrapa a los que están de paso. También engancha a muchos de los que vienen a trabajar en el campus universitario de la segunda capital de provincia más deshabitada (39.821 vecinos) y la provincia más despoblada de España (90.199). La Academia supone un motor económico, social y cultural de primer orden, pero es difícil que los científicos se animen a instalarse allí. “Solo uno de cada cinco que llamas te dice que sí”, asegura el catedrático y biólogo vasco Txemi Olano. Y eso que en su área de conocimiento trabajan científicos que aman el campo. A cambio, quienes aceptan consiguen una estupenda conciliación familiar y estabilidad laboral, porque pronto entran en la plantilla de la Universidad de Valladolid (UVA), matriz de este campus que alberga 11 grados y tres másteres.El 60% de los alumnos del campus vienen de otras provincias, pero solo el 20% de los universitarios de Soria se matricula allí (en Teruel el 22% y en Cuenca el 19%). Y aún así representan el 5% de la población de Soria ciudad: 1.700 estudiantes, 250 profesores y 50 trabajadores de administración y servicios (PAS). En Teruel (36.713 habitantes) aún tienen más peso: 1.914 alumnos y 249 entre docentes y PAS. Por eso esta semana el rector de Valladolid, Antonio Largo, y José Antonio Mayoral, de Zaragoza (matriz del campus de Teruel) ―que deja ahora el rectorado en manos de Rosa Bolea―, se juntaron en Soria para reclamar un esfuerzo financiero extra para estos campus.“Si logras que se quede a vivir aquí un profesor que tenga hijos, fija población, más que el estudiante, y esto no se valora mucho. Y para las empresas pequeñitas de la zona, somos un apoyo brutal”, afirma Mayoral, que acaba de abandonar la vicepresidencia de la conferencia de rectores (CRUE). “Por ejemplo, si la escuela de ingeniería de Teruel no contase con un túnel de viento, que ellos usan, les faltaría algo que necesitan. Las empresas se sienten mucho más cómodas si tienen cerca el conocimiento”. Unizar organiza charlas, encuentros con empresarios y jornadas temáticas para poner en en contacto a los alumnos con el mundo del empleo.Mayoral valora el cariño cada vez mayor que le dedican las diputaciones de Aragón a los campus de Huesca y Teruel, que permiten dar pequeñas ayudas de investigación y hacer cursos de verano en pueblos de menos de 100 habitantes. El últimos año fueron 32 y acudieron 905 personas y en los últimos dos años han cumplido récord de matriculaciones en sus grados.“Esto no es la tercera regional. Cuando compites por un plan nacional, da igual donde estés”“Te penaliza como universidad dispersar recursos, porque te cuesta mucho más un estudiante en Soria que en Valladolid. Si concentrásemos allí todos los alumnos, seríamos mucho más eficientes, y subiríamos en todos los rankings, porque tienes más capacidad investigadora”, razona Largo. “Pero tenemos un compromiso de vertebrar este territorio y es muy reconfortante ver lo que se hace aquí. Lo que estamos demandando a la Junta de Castilla y León es que, cuando haga un plan plurianual, lo tenga en cuenta”. La UVA tiene también campus en Segovia y Palencia.“A nosotros nos compensa tener campus en Cuenca y Almadén [una escuela de minas]zonas despobladas, pero sinceramente más a la región”, puntualiza Julián Garde, rector de la Universidad de Castilla-La Mancha. “La LOSU recuerda que las universidades con estas peculiaridades [de despoblación] deberían de tener una financiación adicional y eso que así sea cuando lleguemos al 1% de PIB dedicado a investigación”.El vicerrector del campus de Soria, José Luis Zapatero, el rector de Valladolid Antonio Largo y el ex rector José Antonio Mayoral en la universidad.MARÍA FERREREn Soria hay un vivero de empresas tecnológicas ligadas a la universidad. Fora Förest, que mide sobre todo bosques con satélites, drones y muchas matemáticas, nació como spin-off de la UVA en 2013 y se independizó cuando empezó a ganar dinero, pero siguen muy en contacto porque la Academia, especialmente la de Soria, les ayuda a encontrar soluciones. Por ejemplo, para desarrollar un algoritmo.“Nos nutrimos de la universidad”, resume Rafel Alonso, su jefe de operaciones. El 31% de sus empleados son doctores y en este tiempo han ganado 42 proyectos competitivos, logrado 22 registros de propiedad industrial y tienen clientes por todo el globo, desde Vietnam a Eslovaquia. Soria es “un nodo forestal”, con la fundación sin ánimo de lucro Cesefor, que da empleo a un centenar de personas, a la cabeza.Tenemos menos recursos. Si queremos utilizar grandes equipos, tenemos que ir a Valladolid“Que haya una universidad en una ciudad pequeña como Soria articula todo el territorio. Hay zonas muy rurales en Alemania, en Francia, pero siempre tienen una ciudad de 100.000 habitantes a 15-20 minutos. Y esto aquí no ocurre. Y menos en Castilla-León o Aragón”, prosigue Alonso. “El mundo rural no tiene por que ser solamente para el sector primario”.Alonso tiene mucho trato con Olano, que tras dar muchas vueltas terminó en Soria en 1998 como profesor asociado y de aquí no se mueve. Fue director de la Escuela de Ingeniería de la Industria Forestal, Agronómica y de la Bioenergía y es uno de los cinco catedráticos del campus. “En los 80, 90, la Universidad era un lugar para formar gente. Tenía 80 alumnos. No me cabían en un autobús y tenía que montar dos excursiones para subir al Moncayo”, recuerda. “Con la LOU [Ley Orgánica de Universidades, 2001] hubo que empezar a investigar más y las escuelas técnicas pasaron de ser una especie de institutos avanzados a una universidad”. Ahora sobreviven en la escuela con muchos menos inscritos, “pero, sin embargo, en 2023 costamos un millón de euros y generamos otro [en proyectos de investigación]”.En la escuela, que oferta los grados de Ingeniería Agraria e Ingeniería Forestal, hay 24 profesores de plantilla y otra veintena de predoctorales y posdotorales con contratos competitivos. “Estoy muy orgulloso de que hayamos sido capaces de traer a tanta gente aquí”, subraya Olano. Los investigadores tiran hacia las ciudades grandes, pero aquí encuentran otros beneficios. “Yo como con mis hijos, no necesito que nadie les cuide y, si hay algún problema, el colegio está a un minuto”, recuerda. Podrían entrar cada año hasta 60 alumnos, pero ingresan unos 25 en cada una que se rifan las empresas.Ana Cabrerizo, experta en química analítica y ambiental y madre de niños pequeños, nació en Soria, se marchó a estudiar la carrera en la Autónoma de Madrid y tras varias mudanzas ―tesis en el CSIC en Barcelona, contrato de la Comisión Europea en Italia o el super prestigioso contrato Marie Curie en Burington (Canadá)― ha vuelto a casa buscando armonía personal. “Cuando eres postdoc [postdoctoral] te cambias cada dos años y así es bastante complicado formar una familia”, razona. Empezó trabajando en una farmacéutica de la zona, se hizo profesora asociada, solicitó un contrato Ramón y Cajal en su ciudad que ganó con su brillante currículum, y antes de terminar los cinco años ya es profesor permanente laboral.“Estudio los contaminantes orgánicos en el ambiente, sobre todo en los ecosistemas polares. Con un plan nacional, en enero y febrero hemos estado cinco personas de trabajo de campo en la Antártida. Y en julio tenemos otro proyecto e iremos al Ártico”, enumera Cabrerizo que ha montado de cero un laboratorio y cuenta con dos doctorandos de Zamora y Ciudad Real. “Somos competitivos desde Soria”. Lo comparte Olano: “Esto no es la tercera regional. Cuando compites por un plan nacional, da igual donde estés”. La Junta sí que tiene en cuenta que son zona despoblada.Pero vivir en la España vacía también supone trabas. “Tenemos menos recursos. Si queremos utilizar grandes equipos, tenemos que ir a Valladolid [dos horas y media de carretera infernal]”, prosigue Cabrerizo, “y eso supone unos costes de más en el proyecto”. Mantiene sus contactos internacionales con quieres colaboran. “No podemos replicar todas las infraestructuras en todos los sitios”, argumenta Largo.Andrea Romera también es soriana. A diferencia de sus amigos, a quienes la ciudad se les quedaba pequeña (aunque luego han vuelto), optó por estudiar ADE y Relaciones Laborales allí. “En un sitio tan pequeño la universidad te ofrece prácticas y cosas que en otro sitio serían imposibles”, se alegra. Hace siete años entró en la parte de administración de Fora Förest y se asombra de sus proezas técnica. “El principal problema es la mentalidad del soriano. No nos valoramos. No hay tantas oportunidades como en una ciudad grande, pero mucho talento”.Silvia Arribas, alumna del grado Ciencias de la Actividad Física y del Deporte del campus de Soria.MARIA FERRERRomera sigue aprendiendo en la empresa, pero no es habitual. “No hay mucho paro universitario, pero no son empresas grandes y llega un momento en el que se estanca la carrera de la gente”, explica José Luis Zapatero, vicerrector del campus. “Pero veo una tendencia de gente que vuelve, buscando una vida más sosegada”.Daniel Castillo, vicedecano de Educación, medio se disculpa: “Voy a ser discordante”. Llegó a Soria en 2021, un año después de que se inaugurase el grado de Actividad Física y del Deporte en una ciudad, la de los atletas Abel Antón y Fermín Cacho, rendida al ejercicio. “Estás casi solo. Quiero destacar la labor desinteresada de muchos profesores asociados, que no iban a hacer una carrera académica y que, a pesar de ello, se implicaron muchísimo”, agradece Castillo, originario de Tudela (Navarra). “Cinco años después ya contamos con las herramientas para crecer”, cuenta confiado. Han pasado de cuatro a 18 profesores en plantilla, aunque no hay año que no hayan dado 40-50 horas de clase de más. Parte de los ayudantes doctor que vinieron de fuera no se hicieron a Soria y se han ido. Por contra, llenan sin problema dos grupos en primer curso.Zapatero remarca la dimensión internacional: “Acogemos el 10% de los erasmus de la UVA. Ahora hay 42 alumnos de 13 países, porque tenemos una facultad de Traducción muy fuerte”. En el equipo de Olano hay una francesa y una ecuatoriana y pronto llegará un peruano. La UVA permite a los posdoctorales como ellos pedir proyectos nacionales como investigadores principales―algo muy poco común― y se compromete a mantener el sueldo mientras el concurso se resuelve.Jorge Calavia, alumno de ADE, en el campus de Soria.MARIA FERRERJorge Calavia representa a ese 20% de universitarios de Soria que decide no irse a otra provincia. Él probó suerte estudiando Ingeniería Mecánica en la Carlos III de Madrid, pero coincidió con la pandemia y su experiencia fue mala. Ahora cursa “supercontento” ADE. Es un ambiente “muy familiar”, de 20 alumnos en su promoción, aunque algunos años llegan a 60 matriculados. “Aquí tienes nombre y apellido, en Madrid eres un número de matrícula”.Silvia Arribas, de Pamplona, que está terminando el grado de Ciencias del Deporte, también destaca esta cercanía. “Hay muchos estudiantes de Navarra. Si paseas está lleno de mochilas Altus, que son muy representativas de allí”, cuenta entre risas. Un piso compartido supone unos 250 euros mensuales, pero vivir solo se dispara a los 700. “Es difícil encontrar casa. Hay muchos pisos vacíos [4.000]porque la gente de los pueblos tiene uno ‘por si acaso’. Por si acaso voy de médicos, para cuando los críos sean mayores…”. Zapatero se lamenta del intento fallido de poner en marcha la acogida de estudiantes en casa de señores mayores. “No hemos sido capaces, los mayores desconfían”.Rafael Alonso se despide con una petición: “Tienes que ayudarnos por favor a eliminar del acervo popular ese refrán de ‘Esto es más aburrido que una tarde en Soria”.

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