Como buena gata, Massiel (Madrid, 77 años) tiene siete vidas. Lleva meses recuperándose de un cáncer de pulmón y de un atropello que le partió la frente, la nariz, la boca y la rodilla; pero esta no es la primera vez que se enfrenta a la muerte. De jovencita, en la época en la que la llamaban cantante progre, recibió varias amenazas de bomba y hasta un grupo fascista entró en su casa y la encañonó con un arma. También sufrió un accidente a caballo en el que casi se queda parapléjica, y se cayó por la ventana de su casa, a nueve metros del suelo. “Pero aquí estoy, vivita y coleando”, afirma la artista a EL PAÍS, sentada en uno de los sofás que hay en la galería del palacio Longoria, sede de la SGAE. Viéndola, tan arrolladora y segura de sí misma, se entiende por qué la llaman la tanqueta de Leganitos. Massiel llegó a la entrevista casi de incógnito, con gorra y gafas de sol y envuelta en un pañuelo. No quiere fotos. Dice que tener que “atrezzarse” le quita mucho tiempo. Pero a medida que se va quitando prendas del disfraz, se deja ver en estado puro. “No le tengo miedo a la muerte. No me asusta morir. Me asusta quedar imposibilitada y ser una carga. Yo espero poder tomarme la muerte por mi mano. Quitarme del medio. Si mañana me dicen que tengo que depender de alguien, me hago un batido de cápsulas y me duermo para siempre”, asegura, abriendo sus ojos felinos y soltando una carcajada que retumba como el rugido de una leona. Más informaciónLleva décadas retirada, aunque siempre está presente en el inconsciente colectivo español. En 1997 dejó de grabar discos y en 2012 se despidió del teatro. Sale poco y pasa mucho tiempo en su casa. Una hora al día se tumba en un sofá rojo y escucha Radio Clásica. Lee mucho y casi no ve la tele. “Paso mucho tiempo sola. La soledad es adictiva. He tenido una juventud rodeada de amigos muy listos, las mentes más claras de mi época. Es difícil reemplazarlos”, explica. De vez en cuando, canta. El año pasado lo hizo en el cumpleaños de su hijo Aitor, fruto de su matrimonio con el político socialista Carlos Zayas. “Sigo estando muy bien de voz”, reconoce. Massiel y Carlos Zayas en el tercer cumpleaños de su hijo Aitor en 1980. Gianni Ferrari (Getty Images)También está escribiendo. Tiene papeles y cuadernos por todos lados que algún día podrían convertirse en sus memorias. “Serían un best seller, como Los episodios nacionales de Galdós”, dice entre risas. “Mi hijo está muy pesado y me dice que las escriba. Pero ya le he dicho que antes tengo que contarle a él parte de ese libro y nunca tiene tiempo. Tendría que hablar de mis tres maridos y de más hombres, porque esos solo fueron los oficiales. Una vida da para mucho. He resistido como un ejército. No sé cómo he podido aguantar tantas cosas. He sido muy diferente, muy poco entendida y muy puteada”.Guarda el fabuloso vestido de Courrèges que llevó cuando ganó Eurovisión, pero apenas lo ve. Dice que no es nostálgica y que no piensa mucho en el pasado. Para eso están los demás, que siempre le están recordando los capítulos más importantes de su vida. Movistar Plus+ acaba de estrenar la miniserie La canción, que cuenta la epopeya musical que consiguió en Londres en 1968, cantando La, la, la. Ella no ha tenido nada que ver con este proyecto. “Me llamaron y les dije que si no controlaba el guion en su totalidad no me interesaba. No quisieron. Había que contar cosas que no se contaron. Pero, ¿para qué las voy a contar yo? Si ganar Eurovisión fue lo más fácil que hice en mi vida”, lanza, soltando otra de sus risas-rugido. Luego se pone seria: “Lo único real de la serie es que gané Eurovisión. Todo lo demás es ficción”. Massiel durante su actuación en Eurovisión en 1968.David Redfern (Redferns)Nadie creía que Massiel fuera capaz de ganar el festival. Era una niña rebelde que cantaba canciones atípicas. Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, integrantes del Dúo Dinámico y autores de La, la, la, llegaron a decirle: “Nos hemos equivocado. Tendría que haber venido Karina, que es tan simpática”. Ni siquiera el padre de la cantante, el gran promotor musical Emilio Santamaría, estaba muy convencido de que fuera a conseguirlo. “Mi padre me dijo que no fuera. Me dijo: ‘Si ganas, te matan. Pero si no ganas, te machacan’. Coño, qué bien conocía España. Es tal cual: en España, si ganas, te matan. Y si no ganas, te machacan. En este país lo que hay que hacer es rodar y pasar desapercibido”.En la miniserie se sugieren ciertos tejes y manejes del franquismo para que España ganara el certamen. A Massiel le parece un poco absurda esa teoría. “¿Por qué iban a comprarme votos a mí si yo siempre llevaba la contraria a todo el mundo? Mira, había que ir todos los años a una recepción de los Franco en La Granja y yo no iba. Había que ir todos los años al Teatro Calderón, a una campaña benéfica, a hacerle la reverencia a Carmen Polo, y yo nunca se la hacía. No le hago reverencia ni a un paso de Semana Santa. Las reverencias de Raphael a doña Carmen eran un escándalo. Habría tenido más sentido que le compraran votos a cualquiera, a cualquiera menos mí, ¿no?”.El británico Cliff Richard lleva en brazos a a Massiel tras alzarse ganadora en Eurovisión en 1968, mientras Ramón Arcusa, uno de los autores de la canción, lo celebra.Rue des Archives (© Rue des Archives/AGIP / Cordon Press)Cuando le ofrecieron ir a Eurovisión, ya era una estrella gracias a Rosas en el mar, canción de Luis Eduardo Aute dedicada a la revolución cubana. El tema se había popularizado con la película Codo con codo, que la cantante coprotagonizó con Bruno Lomas y Micky. “Los fascistas ni sabían de qué iba la canción”, recuerda. “Tampoco sabían cuáles eran mis ideas”. En 1967, había pasado un mes cantando gratis en la Cuba castrista y Fidel Castro la había invitado a participar en el Congreso Cultural de La Habana. “Yo solo quería ver la revolución con mis ojos. El comandante quiso conocerme y le dije que no. Me olía a encerrona. Luego hicieron correr el rumor de que había tenía algo con él. Al cabrón no se le ocurrió nada mejor que decir eso. Incluso se fue a Canadá a comprar un semental, un toro de la ganadería Hereford. ¿Sabes cómo le puso? Massiel. La leyenda ya estaba servida”.Pero Massiel nunca se casó con nada. Cantó canciones de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute, pero no se afilió al Partido Comunista. “Decían que con Batista había mucho puterío en Cuba. Pero ahora toda La Habana es una casa de putas, de chicas y de chicos. Decían que allí las escuelas eran gratis. Si ganas 100 pesetas al mes, ¿cómo no te van a dar los estudios gratis?”. Después se enamoró de Carlos Zayas y apoyó al PSOE en vísperas de las primeras elecciones democráticas en España, pero nunca se sacó el carnet del partido: “Me lo ofrecieron y lo rechacé. Nunca quise tener un carnet de nada. Si fuera por mí, no tendría ni el de identidad”.Tras ganar Eurovisión, Franco le ofreció la Cruz Lazo de Dama de la Orden de Isabel la Católica, que también rechazó. “Dije: ‘Yo no voy al Pardo a que me ponga una medalla el caudillo’. Esa foto iba a quedar para toda la vida. No quería que me utilizaran”. La afrenta le costó estar un año vetada en Televisión Española. Tuvo que mandar una carta a Manuel Fraga, entonces ministro de Información, para limar asperezas. “Soy muy orgullosa, así que no pedí disculpas”. Al final volvió a la tele por la puerta grande, con un programa especial presentado por Laurita Valenzuela y Joaquín Prat en el que cantó en directo. “Yo nací para que me partieran la cara continuamente. Pero nunca me he doblegado ante un hombre”.Un brindis por la victoria de Massiel en Eurovisión en 1968. Acompaña a la cantante su padre, Emilio Santamaría, a la derecha de ella en la imagen.Personalities (©2001 Credit:Topham Picturepoint)¿Alguna vez se arrepintió de haber participado en Eurovisión? “Muchas veces. Si no hubiera ido a Eurovisión, si me hubiera quedado en América, donde ya era número uno, quizá la historia habría sido otra. Julio Iglesias siempre me decía: ‘Te tendrías que haber quedado en América’. Y tenía razón. Pero estoy segura de que la vida que lleva Julio a mí no me gusta. Yo he estado siempre muy chiflada. Por eso me iba de las compañías de discos”. A diferencia de Julio, siempre arriesgó en sus decisiones artísticas. Colaboró con todos los grandes —Manolo Díaz, Juan Pardo, Perales— y experimentó con leyendas como el músico nicaragüense Carlos Arturo Mejía Godoy o el argentino Astor Piazzolla. “Con Piazzolla grabamos Alienación y Mi canción de ausencia, en 1975. Eran canciones muy largas, muy difíciles, que no sonaban en la radio. De ese disco la gente solo se acuerda de Lady Veneno, un tema divertido. Cuando quiero llorar, yo me pongo Alienación”. Massiel y Lola Flores tomándose una copa en 1975. Gianni Ferrari (Getty Images)En 1970 debutó en el teatro con Fernando Fernán Gómez, con la obra A los hombres del futuro, yo, Bertolt Brecht, una selección de poemas y canciones del dramaturgo alemán. “Invité a quien era mi marido entonces al ensayo general y me dijo que fuera a casa a hacerle la cena. Teníamos dos muchachas. Me dijo: ‘O Bertolt Brecht o yo’. Elegí a Brecht”. También protagonizó Antonio y Cleopatra en el teatro romano de Mérida, y en 2012 se despidió de los escenarios a lo grande, con el musical Follies en el Teatro Español. ―¿Siente que se le reconoce todo lo que ha conseguido?―Me da igual. ―En España no se tratan bien a los ídolos.―Este país es envidioso. Eso ya lo sabía cuando empecé. Por mi casa habían pasado grandes artistas y los vi en su declive. Me gustaba cantar, pero nunca fui esclava de la fama o del público. Eso le pasa a Raphael, que quiere seguir y seguir. A mí me parece tremendo. Yo entiendo lo de Julio Iglesias: “Ya no estoy guapo, no quiero que me vean”. A Julio creo que no lo vamos a volver a ver. ―¿Usted volvería?―Viví una época cojonuda. No me aporta nada cantar ahora. ¿Necesito más dinero? No. ¿Necesito una casa más grande? Tampoco. La que tengo ya me queda grande.―¿Se siente la última de su especie?―No. Yo me siento yo. Soy única. Si hubiera dos como yo, qué pesadez.

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