Con una cerveza en la mano, gafas de sol en el interior de la sala de conciertos y sentado en las escaleras mientras los técnicos montaban la mañana del viernes el escenario para las primeras presentaciones del Festival Sonorama Ribera del Duero, que este fin de semana se realiza por segunda vez en México, transcurrió la entrevista con el músico español Nacho Vegas (Gijón, 1974). Desenfadado, ardiente aunque tímido, sin falsas humildades, comprometido y a veces incendiario, este apasionado cantautor español respeta a pies juntillas lo que decidió hacer hace unos años: acompañar su música con su activismo político, porque lo que él quiere, ha dicho, es reconstruir el mundo. Un mundo abatido por la guerra, desangrado por la violencia, aplastado por el auge de los extremismos y estresado por la incertidumbre. Vegas habla con la misma pasión de música y de política, aunque sabe que hay temas sensibles que pueden levantar ampollas en tiempos de cancelación. Pero no se corta. Y aunque, como él ha cantado, hay días en que valdría más no salir de la cama, se muestra combativo para, desde la música, plantar cara a quienes quieren arrasar con la belleza y las libertades. Después de todo está en México, un país apasionado como él, que siempre lo recibe con un gran apapacho.Pregunta. La gente de México siempre pregunta a los extranjeros cómo los trata este país. ¿Cómo lo ha tratado México?Respuesta. Mucho mejor de lo que me merezco.P. ¿Qué le ha dado México?R. México me ha enseñado a tener cierta humildad y cierto respeto. En España la gente es menos apasionada en los conciertos y, sin embargo, en las distancias cortas es mucho más invasiva. Aquí la gente es mucho más apasionada en los conciertos, pero cuando la conoces en las distancias cortas es muy respetuosa. He ido incorporando en mi música de una manera humilde y respetuosa algunos de los aprendizajes de la música que he recibido de Latinoamérica. Son ritmos muy diferentes, a pesar de que compartimos el idioma. Los ritmos latinos me resultan muy extraños.P. ¿Por qué?R. Son muy difíciles de tocar. La música anglosajona, por ejemplo, bebe de la música irlandesa, británica, centroeuropea, o celta, que también tiene mucha influencia en la música asturiana, que es de donde vengo yo, esos ritmos me son mucho más cercanos que los latinoamericanos. Por eso me gusta empaparme de ellos y tratar de hacer un mix, pero sin caer en un ejercicio de estilo y tratando de ser respetuoso con todo lo que me ofrece y con los amigos que me descubren música que no hubiera llegado a conocer de otro modo.P. ¿Qué artistas mexicanos ha seguido?R. Lamenté mucho la muerte de Celso Piña, con quien pude compartir escenario en Bogotá. Era un grande de la cumbia. Todos los artistas míticos, como José Alfredo Jiménez, Chavela; creo que Lila Downs está renovando el género. Gente como Natalia Lafourcade, que es maravillosa. Me da mucha rabia, porque creo que nos reciben mucho mejor acá a las bandas del Estado español que lo que solemos recibir allá a las bandas de Latinoamérica. Creo que hay cierta reacción conservadora, por no decir reaccionaria.P. Tengo entendido que Rodrigo Sorogoyen es un gran admirador suyo. Le ha invitado a componer la canción de su nueva serie, Los años nuevos. ¿Cómo ha sido trabajar con él?R. Estupendo. Somos admiradores mutuos. Nos conocimos en un concierto en el País Vasco en 2022, estuvimos hablando un poco y cuando surgió el tema de las canciones que incluía en Los años nuevos se la solté: a mí me gusta que cojan canciones mías que están grabadas para hacer una sincronía en una serie, pero lo que realmente me gusta es hacer el tema original. Fue un trabajo que disfruté mucho.P. La de Sorogoyen es una historia de amor. Mucha de su música tiene que ver con el amor y con los procesos emocionales. Hace un par de años hizo un retiro tras el golpe de la pandemia. ¿Cómo está ahora su vida?R. Bastante mejor que entonces. En la pandemia todos nos llevamos una buena hostia. Ahora es menos caótica la vida. Cuando yo hablo de amor en mis canciones me gusta que sea un amor muy aterrizado, no idealizado. Un amor en el que pasan cosas jodidas, porque somos seres vivos imperfectos, que estamos todo el tiempo tropezando. Tenemos que hacer todo el tiempo un esfuerzo por querernos y aceptarnos.P. En varias ocasiones usted ha mencionado una palabra muy bonita: ternura. ¿Por qué nos hace falta?R. Cuando yo reivindiqué la ternura coincidía con un auge de la extrema derecha. Un denominador común de los discursos de odio de la extrema derecha, de este nuevo fascismo, es que es excesivamente cínico. El cinismo no reconoce al otro. Para incorporar la ternura en nuestras vidas tenemos que ser capaces de reconocer a la otra persona, para empatizar de una manera profunda.P. En momentos como este, de auge de los extremismos, ¿qué rol juega la música?R. Debería poder jugar un papel importante. Lo que pasa ahora en Gaza, con el genocidio que está llevando a cabo el Ejército sionista y criminal de Israel, a mí me recuerda lo que pasaba en Sudáfrica con el apartheid. La música ayudó a internacionalizar ese conflicto y que se acabara con esa discriminación. Eso es lo que pasar hoy en día en Palestina. Claro, mientras Israel tenga a Estados Unidos, a la OTAN, a Europa de su parte es imposible. P. ¿Deben los músicos tener un compromiso político?R. Es una pregunta muy difícil. Yo no me atrevería a decirle a un compañero o compañera que lo tenga. En mi caso, es algo que va con el oficio. Para mí los compromisos son los pilares de mi vida y esos compromisos tienen tres patas. Una es la que adquieres con las relaciones afectivas, otra con tu trabajo y otra es el compromiso político. Curiosamente, en este oficio los tres van de la mano. El compromiso político forma parte de mi vida, de mis emociones. Creo que la política no es algo tan prosaico, porque también tiene que ver con como nos relacionamos, con los afectos, con la empatía. Y eso está presente no solo en lo que la música dice, sino en cómo la vinculas, hacia dónde la quieres llevar, cómo tratas a tu público.P. ¿Qué puede hacer la música para evitar caer en el abismo de esta época de incertidumbre?R. La música popular siempre ha sido un altavoz. La música puede acompañar a movimiento que pueden ser transformadores. Puede despertar muchas conciencias, porque la música nos llega a las entrañas, nos vuela la cabeza, nos hace ver la vida de una forma diferente. Para mí todo lo humano también es político, aunque tampoco me gustan las canciones que sean sermones ni adoctrinar a nadie. La música, y la cultura en general, pueden jugar un papel importante, no sé si transformador, pero sí necesario.P. Usted ha hablado de la necesidad de reconstruir el mundo. ¿Por dónde comenzamos?R. Por crear conciencia. Hay una cosa que tenemos a favor y es que somos mayoría. La gente que ejerce la violencia contra las personas que emigran, la gente que ejerce la violencia machista, la que promueve todas las políticas de odio, desde los gobiernos y desde los partidos fascistas y de derechas, son una minoría. Hace falta crear conciencia. Esa es una asignatura pendiente de la izquierda, que no ha sabido comunicar bien un discurso que nos apele a la mayoría. La izquierda debe ser algo plural y, a partir de esa pluralidad, podemos llegar a la unidad.P. Usted ha criticado lo que llama la “izquierda mainstream”. ¿Está decepcionado de la izquierda?R. Estoy decepcionado con una parte de la izquierda que, supongo que por llegar al poder, ha renunciado a muchos de sus principios. Conozco el caso de Syriza, en Grecia, y Podémoslos, en España, que creo que han ido perdiendo ciertos valores a medida que iban tocando el poder y teniendo que hacer alianzas con partidos que no querían salirse ni un milímetro del marco neoliberal. También es cierto que los que estamos en el activismo solamente vemos lo malo, pero tampoco quiero cargar las tintas. La gente de Sumar, por ejemplo, que está ahora en el Gobierno en España, y aunque yo no comulgo con los presupuestos de Sumar, los considero compañeros que defienden un proyecto político. Quienes no son mis compañeros son los de VOX.P. Activismo y música van de la mano en su caso.R. Sí. Hace tiempo decidí que quería asociar la música, que es mi trabajo, con el activismo. Creo que es la mejor manera en la que puedo aportar a mi militancia anticapitalista.

Shares: