El cuarto es completamente negro. El suelo, las paredes y el techo están pintados de este color. No entra un rayo de luz. Las ventanas y la puerta se cierran casi herméticamente. Solo al encender las luces se ve cómo el suelo está dividido en cuadrantes con una cinta adhesiva. Pequeñas cámaras atadas a unas vigas emiten una ligera luz azul. Hacia los bordes se ubican las mesas con computadores y proyectores. Ahí se encuentra gran parte de la magia: las gafas de realidad virtual del laboratorio Lableni de la Universitat Politècnica de València (UPV), donde 200 personas investigan sobre realidad virtual extendida aplicada a la salud y la educación, el mayor de España en ese ámbito, como explica su director Mariano Alcañiz, catedrático de Ingeniería Biomédica y asesor de la Unión Europea en realidad extendida.En segundos, este cuarto negro, donde las pequeñas cámaras monitorean a quien está en el centro, se convierte en un estudio de un artista japonés donde uno puede interactuar con el entorno o en una terraza de una casa nórdica con lluvia, que solo basta que moje para que parezca totalmente real. También puede ser en segundos la peor pesadilla de alguien: desde un cuarto lleno de arañas hasta un avión en pleno vuelo. Depende del programa que haya elegido el investigador.El objetivo: analizar cómo la realidad virtual puede mejorar tratamientos psicológicos para los trastornos de ansiedad o las fobias, el estrés postraumático (TEPT), los de la conducta alimentaria (TCA), el obsesivo-compulsivo (TOC), entre otros. Aunque es sobre todo para los primeros, los de ansiedad —que sufre el 12,7% de la población española, según los últimos datos del Sistema Nacional de Salud—, para los que esta nueva aproximación se ha convertido en una aliada de los psicólogos en laboratorios y centros de toda España. En el de Valencia, además, lo está siendo para las consecuencias de la peor dana del siglo en España, que se produjo hace cinco meses en ese territorio.Ahí, los investigadores de Lableni han sumado a su trabajo habitual el desarrollo de una herramienta que pueda ayudar a los servicios de salud mental a llegar a más personas y “reducir la carga de los profesionales que se encuentran en el terreno”, explica Alcañiz. Se trata de un agente de realidad virtual que dialogue con los niños afectados por la dana a través de una charla vía un smartphone para hacer un prediagnóstico y asignar prioridades para la atención psicológica. El proyecto está siendo apoyado por la Generalitat Valenciana y empresas privadas.La exposición al miedo en el mundo virtualEl uso más extendido de la realidad virtual en el campo de la salud mental, por el nivel de investigación que ha logrado, se da en las terapias de exposición. Una técnica tradicionalmente utilizada para reducir el miedo o la ansiedad que una persona experimenta ante ciertos estímulos, situaciones o pensamientos mediante una exposición gradual y controlada. El objetivo es que el paciente se habitúe para que el miedo se extinga con el tiempo.El desafío de esta terapia en su forma tradicional es que depende de la imaginación, dice Azucena García Palacios, catedrática de psicopatología y directora del Laboratorio de Psicología y Tecnología (LabPsiTec), de la Universitat Jaume I. “Hay personas a las que, en cuanto les haces imaginar [una situación que temen]se van a lo más impactante. Entonces no pueden seguir”. O, por el contrario, “otras que no tienen capacidad de imaginar o les resulta muy difícil. Ahí es cuando entra la realidad virtual”, agrega desde las oficinas de Lableni, donde junto con Alcañiz reciben a EL PAÍS.García explica: “La realidad virtual permite simular realidades y crear escenarios con eso que fue el trauma [o el estímulo fóbico] pero de una manera muy controlada. No sustituye los tratamientos psicológicos, los mejora y alcanza a más personas que no se están beneficiando del tratamiento tradicional”.Mariano Alcañiz, director de LABLENI de la Universitat Politècnica de València, y Azucena García Palacios, directora de LABPSITEC de la Universitat Jaume I.Mònica TorresEn Barcelona, en el centro privado Bonanova, que no está vinculado a las investigaciones que se llevan a cabo en Valencia, comenzaron a usarlas entre 2018 y 2019 para tratamientos que van desde la ansiedad hasta los TCA, así como con técnicas de relajación para adultos y niños. Janira Becerril, psicóloga sanitaria y coordinadora del centro, cuenta por videoconferencia que la realidad virtual les permite contar con escenarios tridimensionales en los que exponen a la persona a la sensación de estar físicamente presente ante aquello que le produce esa sensación de ansiedad y, a la vez, pueden “interactuar con ellos a tiempo real, generando las mismas sensaciones que tendrían en el mundo real”.Los centros privados suelen contratar empresas especializadas que les proporcionan el sistema completo de realidad virtual: gafas, sensores de frecuencia cardíaca y sudoración, y múltiples escenarios adaptables. En Bonanova, por ejemplo, tienen 55 escenarios, desde una plaza para tratar la agorafobia, hasta una habitación con insectos para la entomofobia y otro que se llama “el cuerpo” para los TCA.Los escenarios tiene distintos niveles de intensidad, para que la primera vez que un paciente tenga una sesión de exposición sea algo leve y aumente progresivamente. En el caso del miedo a las arañas, agarrar el insecto sería la recta final de la terapia. También se puede modificar cada escena; para tratar el miedo a volar, por ejemplo, se pueden modificar detalles como el clima, la turbulencia o la cantidad de pasajeros.Esta tecnología también se ha empezado a usar para tratar distintas adicciones; por ejemplo, en la Clínica Cauce de Madrid. Augusto César Diosy, psicólogo sanitario y codirector del centro, explica que “muchas situaciones de la vida de quien consume funcionan como estímulos desencadenantes de ese deseo de consumir”. Por ello, la terapia con realidad virtual busca exponer al paciente a estos estímulos para modificar esa respuesta y evitar la búsqueda de la sustancia.Pese a los beneficios, la realidad virtual no se ha implementado en la sanidad pública y no forma parte de los planes de salud mental de la mayoría de las comunidades. Aunque ya hay algunos cambios: la Comunidad Valenciana incluyó esta tecnología en su último documento.Tres décadas de investigaciónLos investigadores explican que la puesta en marcha ha sido lenta por dos razones: el precio y su funcionamiento, que podía ser complicado. Sin embargo, Alcañiz, el director de Lableni, en Valencia, considera que esto está cambiando porque los equipos son cada vez más baratos y los psicólogos están cada vez más capacitados. Para los centros privados, el gasto inicial que incluye las gafas, los sensores y la plataforma puede ser de unos 1.000 euros, y la suscripción mensual de 300.España fue pionera en la investigación de la realidad virtual extendida aplicada a la salud mental, aseguran García y Alcañiz. Ante los retos que tenían las terapias psicológicas, ambos, junto a otros especialistas, empezaron a estudiarla hace 30 años. Así, en 1995, con un dispositivo que valía el equivalente a 150.000 euros actuales ―el cual Alcañiz guarda en su oficina como una reliquia― comenzaron con un trabajo sobre la fobia a volar. Ahora eso se podría hacer con gafas que cuestan 300 euros. En Estados Unidos, la investigación ya se desarrollaba, y uno de los trabajos más conocidos fue el que se hizo tras el atentado a las Torres Gemelas con la población que sufría estrés postraumático.Para trabajar, los laboratorios necesitan un equipo multidisciplinar que va desde programadores, artistas 3D, hasta psicólogos y neurocientíficos. El trabajo entre la parte psicológica y la tecnológica es un vaivén. Azucena García cuenta: “Yo le digo a Mariano que quiero que el mundo virtual tenga ciertas cosas. Luego él me dice: ‘tú flipas’”. O al contrario. “Ellos quieren hacer mundos virtuales como de los juegos, pero eso es carísimo”, describe. Su principal vía de financiación llega de fondos europeos y critican que “España, tradicionalmente, no apoya a la ciencia”.

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