Me parece estupendo eso de “nuestros valores no están en venta, nuestros productos sí”, variante gubernamental del “me lo quitan de las manos” de los mercadillos callejeros. Me apunto si eso no significa que el presidente Sánchez se va a poner a regalar anchoas de Santoña, como hacía Miguel Ángel Revilla antes de convertirse en mártir de la lucha republicana. Por “nuestros productos” confío que se entienda un nosotros europeo, porque no veo razón para privarme del queso parmesano o de la cerveza belga. Si hay que sacrificarse por la gran patria europea, pediremos pepitos de ternera de Ávila en vez de hamburguesas. Si hay que ir a la guerra comercial, presidente, marchemos todos juntos, y usted el primero, por la senda del autoabastecimiento. Pero antes de que se desaten del todo las hostilidades, me gustaría reclamar un espacio libre de litigios y aranceles. Por favor, no nos corten el grifo hasta hoy torrencial de la televisión de Estados Unidos: Please, Yankee TV, don’t go home!Bien sabemos lo importante que ha sido la tele en la colonización cultural. Es tan obvio que no hacía falta que los profesores marxistas nos dieran la turra con ello. Hollywood y sus tentáculos televisivos han dominado Europa, y qué dulce dominación ha sido. Qué felices crecimos canturreando la sintonía de El equipo A o despidiendo a los amigos con un “tengan cuidado ahí fuera”, como en Canción triste de Hill Street. Los niños de mi generación no conciben su infancia sin los lagartos de V, y todo eso mucho antes de que los pedantes nos dieran permiso para ver la tele a partir de Los Soprano y la bobería aquella de la edad de oro de las series.Estoy seguro de que en Corea del Sur hacen una tele brillantísima. Me consta que Letonia ha aprovechado los fondos de la covid para levantar una industria audiovisual muy cuca que gana Oscars. No cuestiono la creatividad barroca de los realizadores italianos y seguro que el Nollywood de Nigeria esconde cosas apasionantes, pero yo reivindico mi derecho a seguir siendo un espectador alienado y colonizado. Quiero seguir paseando por Nueva York y por pueblos turbios del Medio Oeste. Quiero ver persecuciones policiales por Los Ángeles y Miami, y mafiosos en Las Vegas, y médicos en Seattle. No estoy preparado para que unos aranceles dementes me arranquen del territorio que tanta felicidad me ha dado. Por favor, no nos descolonicen la tele. No corten ese hilo atlantista, por mucho que Trump se empeñe.

Que los aranceles no nos quiten la tele yanqui | Televisión
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