Ricard Solé, barcelonés de 62 años, es físico, biólogo, profesor investigador del ICREA (Institut Català de Recerca i Estudis Avançats) y director del Laboratorio de Sistemas Complejos de la Universidad Pompeu Fabra (Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona). Comisaría la exposición Cerebro(s), que ha llegado a La Casa de la Ciencia del CSIC en Sevilla y lleva dos años de gira, desde el CCCB de Barcelona, mostrando el órgano que ejerce de torre de control del más complejo sistema biológico de la Tierra, el responsable de la consciencia, las emociones, los pensamientos, la memoria y el lenguaje: el epicentro de lo que somos. Pregunta. En los últimos años, se ha avanzado en las interfaces cerebro-computadora, la conexión entre ese extraordinario complejo biológico y sistemas informáticos. ¿Redefinirán los límites de la capacidad humana y expandirán la forma en que experimentamos?Respuesta. Soy un poco escéptico. Tienen un potencial enorme para tratar enfermedades y discapacidades y ahí estoy seguro de que veremos cosas realmente extraordinarias. Siempre hay una tecnología que puede ser disruptiva, que nos acaba enseñando cosas que no sospechamos. Pero decir que nos proporcionará más capacidades… A veces, olvidamos que el cerebro tiene esas capacidades enormes que la educación permite desarrollar sin ningún problema.P. ¿Habrá un chip (procesador) para intercambiar información con el cerebro?R. Estamos extraordinariamente lejos de eso. Las arquitecturas de los chips no tienen casi nada que ver con la arquitectura del cerebro y cómo procesa la información. Esa conexión no está hecha, aunque, en ciencia, nunca puedes decir que algo no va a pasar.P. Pero ¿habrá en algún momento un sistema que pueda suplir deficiencias que tenga el ser humano?R. Aunque sea en fase preliminar, se ha avanzado en asuntos relacionados con el párkinson, en recuperar movilidad o el habla. Con implantes y exoesqueletos, quizá tengamos un futuro en el que la gente que no puede andar lo haga. Las posibilidades en ese ámbito serán enormes y puede cambiar la vida de muchas personas. No entendemos muy bien cuál es el proceso subyacente, pero la mente es muy plástica y eso juega mucho a nuestro favor. Hemos visto personas con un daño muy importante en el cerebro y, de una forma u otra, este es capaz de compensar el daño.A veces, olvidamos que el cerebro tiene esas capacidades enormes que la educación permite desarrollar sin ningún problemaP. ¿Y la máquina podrá interferir en los pensamientos del cerebro?R. Estamos en medio de una revolución y no sabemos hacia dónde va a evolucionar. Vivimos un periodo de incertidumbre y desconocemos hasta qué punto la máquina con la que podremos interaccionar puede ser proactiva hacia nosotros. Ya lo veremos.P. ¿Es necesaria ya la protección de neuroderechos?R. Creo que es razonable. Hay que protegerse porque el campo avanza con mucha rapidez.P. Define a las personas como primates tecnológicos. ¿Qué quiere decir?R. Aunque a alguna gente le moleste, desde el punto de vista de la evolución, somos primates parlantes. Pero somos también una especie capaz de crear tecnología, y aquí está parte del éxito. A nuestra capacidad de manipular el entorno y manejar un lenguaje complejo se añadió nuestra capacidad de imaginar futuros posibles. Esta propiedad no la tiene ninguna máquina y es extraordinaria. Hemos podido cambiar nuestro entorno sin esperar a que este sea favorable y lo hemos hecho con una tecnología que da lugar a la “mente extendida”: nuestra interacción con el mundo ya no se basa solo en nuestro cuerpo. Sin esas cosas, no entendemos la especie humana.Hemos podido cambiar nuestro entorno sin esperar a que este sea favorable y lo hemos hecho con una tecnología que da lugar a la “mente extendida”: nuestra interacción con el mundo ya no se basa solo en nuestro cuerpoP. ¿Seremos capaces de crear cerebros artificiales?R. Estamos lejos. Los humanos aprendemos de la experiencia y podemos extraer un concepto general a partir de un solo ejemplo. Es algo que los sistemas de IA actuales son incapaces de hacer. Pero tampoco sospechábamos que una máquina iba a manejar el lenguaje natural y empleando cierto tipo de razonamiento. ¿Habrá sorpresas? No lo sabemos. Estos sistemas artificiales hacen cosas extraordinarias, pero hay otras, como la de ser viajeros mentales del tiempo. Eso nos convirtió en narradores y cambió nuestra forma de interaccionar con el mundo. No hay ninguna máquina que sea viajera del tiempo: no entiende de pasado y futuro. Proyectarnos en el futuro nos permitió darnos cuenta de que la vida es finita y eso tuvo consecuencias enormes.P. ¿Las máquinas pueden morir?R. Las máquinas, desde el simple electrodoméstico, tienen una curva de supervivencia que se parece mucho a la de los humanos. Para gente que se ha acostumbrado a convivir con robots, como en Japón, cuando la compañía deja de mantenerlos y mueren, puede experimentarse como la pérdida de un perro o un gato. Nos proyectamos en ellos como lo hacemos con los animales y tal vez pueda ser positivo para la gente que vive sola, y podría servir de apoyo para los pacientes con alzhéimer. Tal vez haya que redefinir la soledad.P. Una vinculación afectiva con una máquina puede ser peligrosa.R. Puede ser un salvavidas para que tu cerebro no quede atrapado en sí mismo o puede ser una trampa. Vivimos una revolución y hay que prepararse.Más informaciónP. Sostiene que la inteligencia artificial no es inteligente. ¿Qué le falta?R. Aun estamos lejos por diversos motivos. Nuestra relación con el mundo es proactiva: estamos alerta e interrogamos la realidad de forma consciente. Además, nuestro cerebro madura y evoluciona dentro de un cuerpo físico y en un entorno social y cultural que requiere de la interacción con otros humanos. Para hacer una máquina inteligente es muy posible que tengamos que recapitular algunos hitos de la evolución humana, incluyendo nuestra capacidad de entender la mente del otro y desarrollar empatía.P. Pero las multinacionales venden agentes informáticos.R. Hay cosas que son impresionantes, pero estamos intentando vender la idea de que estamos ya mucho más avanzados de lo que estamos.P. ¿Qué son los cerebros líquidos?R. Es un concepto que propuse hace unos años en un congreso que organicé en Estados Unidos. Nuestro cerebro es “sólido” en el sentido que nuestras neuronas se encuentran localizadas en el espacio de forma estable. Pero ¿qué pasa con las hormigas o el sistema inmunitario? Estos son también sistemas cognitivos que aprenden y poseen memoria, pero sus componentes se mueven en el espacio. Queremos entender cómo funcionan e incluso desarrollar formas de modificarlos.P. ¿Entendemos el cerebro?R. Entendemos muchas cosas. Hemos conseguido nuevas formas de mirar a su interior, nuevas formas no invasivas de obtener información, y tenemos un conocimiento cada vez mejor de cómo se conecta al cerebro en diferentes escalas. Hemos avanzado en nuestra comprensión de algunas enfermedades neurodegenerativas que ahora sabemos que tienen que ver con la desconexión de las redes neuronales. Hemos avanzado a nivel molecular y tenemos buenos modelos, aunque incipientes. Dicho esto, la gran mayoría de las cosas que nos gustaría entender no están resueltas. Pero se avanza rápido. Este será el siglo del cerebro, sin duda.P. ¿Cómo, con ese extraordinario órgano, tenemos esa tendencia tan enorme a la autodestrucción?R. Nuestra especie triunfó porque somos cooperadores. Hemos sido capaces de cambiar el planeta, de crear la escritura, de hacer ciudades… Pero también caemos fácilmente en la desinformación y la polarización. Somos una especie con grandes contradicciones.

Ricard Solé, biólogo y físico: “Tal vez haya que redefinir la soledad” | Tecnología
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