Portada del libro ‘Diario de un periodista deportivo’, de Miguel Quintana.A veces, para entenderlo todo, hay que parar. Cuando alguien se involucra en un proyecto, el tiempo transcurre con tal intensidad que apenas es posible asimilar lo que le está sucediendo. La dinámica del día a día lo arrastra. Como si de un motor de carbón se tratara, se van aportando paladas y paladas de un combustible que, en este caso, es la solución de los problemas que van surgiendo, la entrega de tiempo y de energía y un elemento inmaterial y, por tanto, imposible de ver, y que, sin embargo, está ahí y se puede sentir: la pasión —también conocida como ganas de hacer algo—. Y es entonces, al dar un paso a un lado, cuando se puede comprender todo lo vivido. Lo difícil es saber cuál es el momento exacto para hacer un alto en el camino, respirar hondo y tomar una nueva dirección. Habrá señales muy sutiles que indiquen que ese instante ha llegado, pero saber interpretarlas es un talento extra. Luego, eso sí, llegará una recompensa maravillosa: la de comprobar que todo lo logrado ya tenía su nombre en los manuales teóricos y que no ha hecho falta leerlos porque, por una cuestión de instinto, se estaban aplicando de la manera correcta mientras se disfrutaba del camino.Cuando estaba en el cuarto curso de Periodismo, Miguel Quintana decidió abandonar la carrera para involucrarse del todo en un proyecto —Ecos del balón— que le cambiaría la vida; pasados los años, decidió cambiar el paso y abrir su propio canal en YouTube; después, se convirtió en presentador de radio y televisión; también en comentarista de partidos de la Liga. En Diario de un periodista deportivo (geoPlaneta) comparte las experiencias, aprendizajes y reflexiones de unos primeros 35 años de vida realmente intensos. Quintana ofrece un manual del que se pueden extraer interesantes conclusiones sobre la profesión. No elude los debates polémicos y hace una pedagogía más que necesaria sobre la manida objetividad del periodismo -del deportivo y el generalista-: en este oficio siempre hay un punto de vista. Otra cosa es que se dé más o menos valor a los que aportan conocimiento, criterio, empatía y respeto.

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