A partir de este martes, los países del mundo vuelven a reunirse en el marco de Naciones Unidas para intentar frenar una amenaza planetaria en unas negociaciones contra el reloj lastradas por las presiones de la industria del petróleo. Aunque parezca lo mismo, no se trata del cambio climático, sino de la contaminación por plásticos, que también se producen con combustibles fósiles.Del 5 al 14 de agosto, tiene lugar en Ginebra (Suiza) un nuevo encuentro internacional para sacar adelante el primer tratado de la historia contra la polución de estos polímeros, un material inventado por los humanos que ha pasado de no existir en el planeta a diseminarse de forma descontrolada por los océanos, los lugares más recónditos de la Tierra e incluso el interior de nuestro cuerpo. Tras no conseguirse un acuerdo en la quinta y última ronda de negociaciones el pasado diciembre en Busan (Corea del Sur), se optó por prolongar las discusiones en una ronda extra 5.2 para tratar de deshacer el bloqueo existente. “Esta nueva ronda nos da una oportunidad histórica de terminar esta negociación, terminar con un acuerdo que nos dé reglas claras para combatir y eliminar la contaminación por plásticos”, incide vía telefónica Luis Vayas, embajador de Ecuador en Reino Unido y presidente del comité intergubernamental que se encarga de estas negociaciones. Reconoce que el camino no es fácil, pero mide sus palabras para transmitir esperanza: “Veo que se puede lograr”, afirma. “Gran parte del texto tiene un elevado grado de acuerdo”.La compleja situación de estas negociaciones recuerda mucho a las de las cumbres climáticas. De los 177 países participantes, la mayoría apoya un tratado ambicioso, vinculante, que no solo promueva una gestión más racional de los residuos plásticos, sino también una reducción de la producción de este material. En el lado opuesto, obstaculiza este camino un puñado de estados petroleros, en especial Arabia Saudí o Rusia, que defienden un acuerdo mucho más descafeinado que no cierre el grifo del negocio del plástico y que actúe contra la contaminación sobre todo con medidas al final de la cadena, como el reciclaje. Y, entre medias, están las delegaciones que hasta ahora han sido una incógnita o han jugado a la ambigüedad. En este grupo estaba EE UU en las reuniones anteriores, hasta que llegó Trump a la Casa Blanca y se puso a legislar en favor de las pajitas de plástico. Para la suiza Laurianne Trimoulla, perteneciente a la Fundación Gallifrey para la protección de los océanos y representante de #BreakFreeFromPlastic (BFFP), movimiento internacional contra la contaminación del plástico que sigue estas negociaciones como observador, “la situación es totalmente comparable con lo que pasa con el cambio climático”, tanto por la enorme influencia de los combustibles fósiles como por la obstaculización ejercida por unos pocos países sobre la mayoría por el sistema de consenso utilizado para llegar a acuerdos. “Recuerda mucho a las cumbres del clima, cuando son el ejemplo a no seguir”, recalca Trimoulla, que defiende tomar las decisiones por mayoría de dos tercios para sortear las presiones existentes por el enorme negocio de los polímeros. “La industria y los estados del petróleo no tienen ningún interés en un tratado jurídicamente vinculante que reduzca la producción del plástico”, insiste. “La idea de consenso parte de unas buenas intenciones, pero al final el consenso se convierte en lo opuesto a la democracia, pues permite que un único país bloquee absolutamente todo”. Residuos de plásticos en una playa de Mumbai (India), en una imagen del pasado 6 de junio. NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)Como representante del conjunto de las negociaciones, el diplomático Vayas evita opinar sobre las distintas partes o posicionarse sobre los puntos en discusión. Según explica, en este momento, son tres las cuestiones donde existen más dificultades para cerrar un acuerdo, los referidos a los aditivos y químicos utilizados en los plásticos; a la producción o inicio del ciclo de vida de los polímeros; y a los mecanismos financieros para el desarrollo del tratado. El ecuatoriano no opina sobre qué considera mejor en estos puntos. No obstante, sí se posiciona a favor del consenso para adoptar decisiones. “Nosotros tenemos en este momento unas reglas de procedimiento con las que estamos trabajando de forma provisional porque no han sido adoptadas formalmente, pero están ahí”, indica el diplomático. “El consenso es una norma general en todos los procesos de negociación dentro del marco de Naciones Unidas, cuando hablamos de acuerdos multilaterales el consenso nos ayuda a que luego estos tengan esa fortaleza de ser internacionales, de ser para todos los estados”. La delegación española que participa en estas negociaciones está encabezada por Alejandro Dorado, comisionado para la Economía Circular del Ministerio para la Transición Ecológica. Este departamento afirma no tener claro todavía si irá a la ciudad suiza Sara Aagesen. No obstante, la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica sí ha mostrado su apoyo a un tratado con medidas vinculantes, “un tratado sólido, con respaldo mayoritario, que permita actuar sobre el ciclo completo de los plásticos: desde la producción de polímeros hasta la gestión sostenible de los residuos”. Según Aagesen, “la contaminación por plásticos no conoce fronteras. Los residuos llegan a nuestros océanos, incluso fuera de toda jurisdicción nacional. Afectan a la biodiversidad, a la salud humana y al equilibrio de los ecosistemas. También están ligados al comercio internacional y a patrones de producción y consumo que ya no son sostenibles”. De forma reciente, un informe de Greenpeace en el Reino Unido denunció las presiones de algunas de las mayores empresas petroquímicas del mundo para reducir la ambición del tratado mundial, intentando evitar una reducción en la producción de los plásticos. Según esta investigación, desde el inicio de las conversaciones en 2022, Dow, ExxonMobil, BASF, Chevron Phillips, Shell, SABIC e INEOS han incrementado su capacidad de producción de plástico en 1,4 millones de toneladas y han enviado un total combinado de 70 lobistas a las negociaciones, donde también han estado representados por poderosos grupos. “Solo en Busan se identificaron 220 lobistas de la industria petroquímica, si estuvieran todos juntos en una delegación, esta sería la delegación número 1″, se queja Trimoulla.

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